Adelante, pues. Indagemos en Pizarnik, en
el cultivo de (en sus propias palabras) esa "escritura densa y llena de
peligros a causa de su diafanidad excesiva". La poeta y novelista cubana Nivaria
Tejera la recuerda para elmundo.es, del tiempo de Pizarnik en la capital
francesa (1960-1964): "Se movía como una brújula, de una revista a otra,
de una editorial a otra. Se había venido a quedarse en París. París la colmaba,
no quería abandonarlo. En carta a la familia consideraba "catastrófico
cortar bruscamente ese lento crecimiento que se inició en mí desde que
llegué".
Eran aún (entonces se acababan) los años de
experiencias trascendentales: Artaud, Michaux, Celan, y ella los exploraba con
acucia, impregnándose, celosa de originalidad". Y añade, rememorando una
esquina mítica de la plaza Saint-Germain-des-Prés: "Sí nos habíamos
conocido, pero entre latinos nos preservamos con raro tacto.
Alguna vez, el azar nos reunió a ella, a
Cortázar y a mí en el bar Les Deux Magots y entonces su mesa supuraba lava de
cronopios..."
Julio Cortázar y César Aira
"Cortázar trató de ayudarla
bastante", recuerda a su vez la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi.
"Después de su muerte, Julio y yo hablamos mucho de ella. Yo no la conocí,
pero conozco a mucha gente que la trató de cerca. Cuando leí la biografía
que escribió sobre ella César Aira me indigné. Es como si se la hubieran
encargado a su peor enemigo. No se puede escribir eso con una persona que ha
muerto y no puede defenderse. Y no se puede dejar de mencionar el hecho decisivo
de su lesbianismo, por ejemplo. Era mujer, judía y lesbiana ¡en aquella época!
Cortázar la hubiera defendido de Aira si estuviera vivo. ¿Cómo se puede pasar
por alto la vida amorosa del biografiado?".
El también poeta Luis Antonio de
Villena, considera para este periódico que, biografía aparte, su sexualidad
tuvo una importancia muy menor en la obra: "Tenía imposibilidad de vivir.
Puede que tuviera conexiones con el surrealismo, pero ya entonces, en los años
50 y 60, no era una vanguardia. Era una forma clásica de escritura. Pero su
escritura no es fruto de un estilo sino de una condición personal. Su
poesía expresa un dolor metafísico. Hay un claro parecido con Paul Celan. Hay
elementos surrealistas, sí, pero en realidad es una poesía metafísica que se
pregunta por el sentido del dolor. La expresión poética del dolor psíquico. No
es un juego. Es a vida o muerte. Es una indagación en ese dolor, de carácter
irracionalista, a veces".
Su influencia en los jóvenes poetas
españoles
"No creo que haya sido una poeta con
gran incidencia en la escritura de los poetas españoles de las dos últimas
promociones", opina el poeta y redactor de EL MUNDO Antonio Lucas.
"Quizá algún eco de su rastro poético se pueda ver lejanamente en cosas de
Miriam Reyes, Elena Medel o Luna Miguel, entre otros, pero poco más. No sé
si podríamos aplicarle el lema de "poeta de culto". A tanto no llega
ni la audiencia ni el entusiasmo. Es una poeta argentina importante, con un
extraordinario y dañado mundo propio, de eso no hay duda, y dueña de algo que
tiene que ver con la luminosa batalla contra los propios demonios". Añade
Lucas: "Me interesa mucho lo que sucede en libros como 'Árbol de Diana'
(1962), 'Los trabajos y las noches' (1965) y 'Extracción de la piedra de la
locura'. Me atrae esa forma tan propia de asimilar el onirismo poético, con
vasos comunicantes lanzados a ese surrealismo que se metabolizó en
Latinoamérica de forma distinta a como se desarrolló en Europa. Y consiguió esa
voz propia con una poesía desgrasada, muy de palabras exactas, concreta dentro
de su afán por el vuelo".
Angustia
Considera Villena: "No se puede ser un
poeta de este tipo porque uno lo quiera. Es una obra muy atormentada. Su
historia tiene que ver con la deLeopoldo María Panero. Pero creo que en el caso
de Pizarnik no hay un mito como tal. Se le quiso construir uno, pero nunca
estuvo en un manicomio. Se convirtió en un mito con su suicidio. Como Sylvia
Plath y tantos otros". A su vez, comenta Peri Rossi: "Su tema es
la escisión del yo. Que por otro lado, es el gran tema del siglo XX. De
Picasso, de Joyce. Un yo monolítico que es fuente de angustia, y que no es un
yo acabado y excluyente. En vez de conducir a la alegría en su caso se
convirtió en angustia. Un gran tema del siglo XX".
"'Extracción de la piedra de la
locura' tiene algo de monólogo. Con un proceso y un conflicto. Y la acción
principal es la de confesarse. No en el sentido católico, sino confesarse a uno
mismo", cuenta Eva Varela Lasheras.
Si han visto recientemente a José Luis
Gómez en La Abadía, recitar muy pulcro y bien vestido versos de 'Diario de un
poeta recién casado' de Juan Ramón Jiménez, esto no tiene nada que ver. Aquí,
Varela se revuelca en tierra negra y en sábanas blancas. La estancia de La
Puerta Estrecha en Lavapiés se convierte en la celda por donde se retorcía
Renfield, en el sanatorio del doctor Seward, en 'Drácula'. Más próxima a
Angélica Liddell pero con mayor pausa en la voz y más calmo ademán. Pero Varela
no come insectos como el primero, ni se daña, como la segunda. Interactúa con
un muñeco y un espejo y demás imaginería simbolista que se suele gastar la
compañía La Pajarita de Papel. Dice Villena: "'Extracción...', aparte de
la obvia evocación medieval, es un título muy sugerente. Como si la propia
Pizarnik tuviera en la cabeza una pieza de antracita que le produce ese
profundísimo dolor psíquico". Declama la actriz, ya metida en pleno
chamanismo: "Briznas, muñecos sin cabeza, yo me llamo, yo me llamo toda la
noche. Y en mi sueño un carromato de circo lleno de corsarios muertos en sus
ataúdes...".