miércoles, 23 de junio de 2010

Ednodio Quintero y sus cuentos-novelas


Tomado de El Universal
Decía Baltasar Gracián que "Lo bueno, si breve, dos veces bueno". Y el narrador trujillano Ednodio Quintero se lo ha tomado muy en serio, porque en su libro El arquero dormido. Cinco novelas en miniatura (editado por Alfaguara) propone lo que él llama la novela en miniatura.
-¿Es la novela en miniatura un género híbrido o intermedio, a medio camino entre el cuento y la novela?
-No. Sabes que son dos cosas totalmente diferentes. Mi definición del cuento, que di en octubre pasado en la Universidad de Zaragoza, es que el cuento es un objeto geométrico preciso y precioso. Ahí está definido. Con la novela en miniatura, alguien me planteaba un paralelismo, si equivalía al haikú en poesía, y creo que puede ser, y no tiene que ver con el cuento. Son diferentes, porque el cuento, en ese objeto geométrico, tienes que ir al grano con un solo tema y pocos personajes, y no puedes hablar de recetas de cocina ni irte a lo periférico. En la novela cabe todo.
-En este libro se incluyen historias ya publicadas ¿qué sentido tiene incluirlas aquí?
-Porque con las ya publicadas, hay lectores nuevos. Es La bailarina de Kachgar la que más quiero, y no se consigue en ninguna parte. Como son cinco novelas, viene bien porque es un quinteto. El libro tiene cinco libros y yo soy Quintero. Es afortunado que salgan juntas, así hayan sido publicadas antes como cuentos. -¿Fueron revisadas? -Todo lo que toco lo reviso, pero no en este caso. Las dos últimas son inéditas. Tengo mucha curiosidad de la lectura de la última, que es la que le da título al libro, porque tiene que ver con el país. Es premonitoria.
-¿Cómo logra comprimir en un texto corto las exigencias formales de la novela?
-Yo no sé. Yo invento la teoría después de la práctica, no fue que me lo planteé. Después de muchos años de La bailarina de Kachgar. Allí hay miles de cosas en cuarenta páginas. Por supuesto, hay antecedentes, como (Giorgio) Manganelli, que hace como cien novelas de una página. Después de mucho tiempo, fui escribiendo historias cortas y ahora lo hago de un modo deliberado. Tengo también el caso, de El corazón ajeno, publicado originalmente como relato, y ahora la meta es la novela en miniatura, que me dio la pauta.
-¿Es otra propuesta formal? ¿una forma nueva?
-Sí, creo que es nuevo, quizá con antecedentes ilustres. César tiene un libro, Las ovejas, que contiene un cuento y una novela, y se llaman así porque él dice que ésta es la novela y éste es el cuento; pero la novela es más corta que el cuento. Creo que eso responde que sí, puede ser un género nuevo.
-Si lo minimalista ha sido una búsqueda que ya tiene algún tiempo en otras artes ¿por qué en la novela no se había dado antes?
-No lo llamaría minimalista. Creo que no lo sé. Israel Centeno tiene dos novelas breves, una es una parodia de Doña Bárbara. Yo no creo estar descubriendo nada sino reinventando.
-¿Seguirá ahondando en este género?
-Voy a seguir. Tengo un proyecto que son 27 novelas cortas, y me preguntaron por qué, y yo digo que para entretener a las parcas, que a lo mejor les gusta la literatura. No me constriñe lo breve, para un escritor es como un desafío.

Entrevista hecha por Ana María Hernández

sábado, 19 de junio de 2010

Un retrato de Carlos Monsiváis tras su partida

... El escritor mexicano falleció a los 72 años tras sufrir un largo padecimiento pulmonar.




viernes, 18 de junio de 2010

Se fue José Saramago tras su encuentro con Caín


Con información de El País
"Cuando el señor, también conocido como dios, se dio cuenta de que a adán y eva, perfectos en todo lo que se mostraba a la vista, no les salía ni una palabra de la boca ni emitían un simple sonido, por primario que fuera, no tuvo otro remedio que irritarse consigo mismo, ya que no había nadie más en el jardín del edén a quien responsabilizar de la gravísima falta..." escribió José Saramago en el inicio de su polémica novela Caín, que salió al mercado a fines de 2009.

El escritor portugués y Premio Nobel José Saramago ha muerto a los 87 años en su residencia de la localidad de Tías (Lanzarote). El autor de La balsa de piedra fue poeta antes que novelista de éxito y antes que poeta, pobre. Unido el periodismo a esos otros tres factores (pobreza, poesía y novela) se entenderá la fusión entre preocupación social y exigencia estética que ha marcado la obra del único Premio Nobel de la lengua portuguesa hasta hoy. En 1998, el máximo galardón literario del planeta reconoció a un hijo de campesinos sin tierra que había nacido en 1922 en Azinhaga, Ribatejo, a 100 kilómetros de Lisboa. Tenía tres años cuando su familia emigró a la capital, donde las penurias rurales se tornaron en penurias de ciudad. Así, el futuro escritor se formó en la biblioteca pública de su barrio mientras trabajaba en un taller después de abandonar la escuela para ayudar a mantener una casa en la que ya faltaba su hermano Francisco, dos años mayor que él y muerto poco después del traslado.

Las pequeñas memorias (editadas en España por Alfaguara, como el resto de su obra desde que abandonara Seix Barral) es el título que Saramago puso al relato de una infancia que siempre tuvo un pie en la aldea de la que había emigrado. Su novela Levantado del suelo (1980) cuenta las peripecias de varias generaciones de campesinos del Alentejo. No fue su primera novela pero sí la que supuso su primera consagración después de que Manual de pintura y caligrafía rompiera en 1977 un silencio de casi 30 años. Eran los que habían pasado desde la aparición de Tierra de pecado, su verdadero, aunque poco exitoso, estreno como novelista. En esas tres décadas Saramago había trabajado como administrativo, empleado de seguros y de una editorial; se había casado y divorciado de su primera esposa, publicado tres libros de poemas, ingresado en el Partido Comunista -clandestino durante la dictadura de Salazar- y, sobre todo, consagrado como periodista.
Levantado del suelo siguió Memorial del convento, en 1982, y dos años más tarde El año de la muerte de Ricardo Reis. Centrada en la figura del heterónimo de Fernando Pessoa, el gran poeta del Portugal moderno, la novela es un intenso retrato de Lisboa de la mano de un poeta imaginario que, igual que pasó nueve meses en el vientre materno, ha de pasar un tiempo equivalente desde la muerte del hombre que lo creó antes de desaparecer definitivamente. La fama internacional le vino a Saramago precisamente con esta novela escrita con una rara intensidad poética que había sabido asimilar todas las lecciones de la narrativa moderna. En una conferencia pronunciada por esos mismos años 80 solía recordar el consejo que él mismo solía dar a los lectores que decían no entender bien sus libros por las mezclas de voces y la ausencia de marcas convencionales en los diálogos: "Léalos en voz alta". Funcionaba.

En ese tiempo, la actividad de Saramago se vuelve frenética. Una laboriosidad que le ha acompañado hasta su muerte con la escritura incansable de novelas, diarios, obras de teatro y hasta un blog. Tras la fábula iberista La balsa de piedra (1986), en la que España y Portugal se desgajan literalmente del continente europeo y se lanzan a flotar sobre el Atlántico, llegaron Historia del cerco de Lisboa (1989) y El evangelio según Jesucristo (1991). Su visión heterodoxa del mesías cristiano levantó una polémica que arreció cuando el gobierno de su país se negó a presentar el libro al Premio Literario Europeo. Herido con aquel gesto, Saramago se instaló en Lanzarote con Pilar del Río, su segunda esposa y nueva traductora. La misma polémica de tintes religiosos se reprodujo en 2009 al hilo de la publicación de una novela considerada hiriente por la jerarquía católica lusa, Caín. Meses antes, el escritor se había visto envuelto en otro rifirrafe. Esta vez en Italia: su editorial de siempre, propiedad de Silvio Berlusconi, se negó a publicar El cuaderno, un libro basado en el blog del escritor, que no ahorraba en él críticas al primer ministro italiano.

La publicación en 1995 de Ensayo sobre la ceguera, el relato de una epidema que convierte en ciegos a los habitantes de una ciudad -Fernando Meirelles la llevó al cine en 2008 con Julianne Moore como protagonista- abrió una nueva etapa en la obra de José Saramago. Novelas como La caverna, El hombre duplicado, Ensayo sobre la lucidez o Las intermitencias de la muerte llevan al terreno narrativo reflexiones sobre el consumo, la sociedad de masas, el sistema democrático o la idea de la muerte. Muchas de ellas parecen nacidas de una pregunta: "¿qué pasaría si?" Si la gente votase masivamente en blanco en unas elecciones, si alguien decidiese vivir al margen de la economía capitalista, si se encontrasen dos hombres totalmente idénticos. Otra de esas preguntas era qué pasaría si la gente dejase de morir. José Saramago sabía que había cosas que sólo suceden en la imaginación crítica de un escritor de novelas.

Cuando publicó Caín señaló cosas como las siguientes:

"Lo que pasa es que Jesús humaniza la figura de Dios. Jesús suavizó y matizó el Dios del Antiguo Testamento. Nunca tuve la conciencia de que estaba humanizando a Caín, pero, claro, es el fratricida, el asesino de su hermano Abel. En castellano hay la palabra cainita, que habla por sí sola. Siempre he pensado que la historia de Caín es una historia que ha sido mal contada en la Biblia. Como la de David y Goliat. Goliat nunca ha podido acercarse a David, David venció porque tenía una honda, que era la pistola de la época".

"Nunca tuve educación religiosa. Ni en el colegio, ni en casa. No tuve crisis religiosas en la adolescencia ni cuando uno empieza a preguntarse sobre la muerte. Sinceramente, creo que la muerte es la inventora de Dios. Si fuéramos inmortales no tendríamos ningún motivo para inventar un Dios. Para qué. Nunca lo conoceríamos".

sábado, 5 de junio de 2010

Entrevista a Chuck Palahniuk


Tomado de La Vanguardia

Desde la generación beat no había habido una literatura tan asquerosa —literalmente, no es juicio de valor—, tan detalladamente sórdida como la de Chuck Palahniuk, al que le cabe el honor de haber descrito las páginas más escatológicas de la literatura contemporánea. Aupado a la fama por la conversión del filme El club de la lucha (1999), de David Fincher, basado en su novela homónima, en una de las más desasosegantes e ideológicamente equívocas obras de culto, Palahniuk pasa por la Feria del Libro de Madrid para promocionar Snuff (Mondadori), que relata los acontecimientos en la antesala de un rodaje porno, en la que seiscientos hombres numerados esperan su turno para penetrar a una actriz de género en decadencia, que quiere batir el récord mundial de coitos en una sola película. Dicho lo cual, es desarmante el aspecto y modales de Palahniuk: Camisa rosa bajo la que asoma camiseta interior blanca —a 32 grados—, pantalón beige de pinzas, gafas de pasta y raya al lado. Habla despacio pensándoselo mucho para ser preciso, escueto. Jamás divaga en voz alta. Mirando fijamente al entrevistador, se conduce con ademanes de tímido yerno modélico.

Si le quitamos el trasfondo pornográfico a su novela, su dramaturgia es puramente teatral. Hasta convencional.
Originalmente se trataba de una obra de teatro. Era la obra de tres personajes atrapados, con un cuarto personaje, la coordinadora de actores, que entra y sale de la escena. La mayor parte de la obra descansa en la interacción entre estos personajes.

¿Por qué no fue finalmente una obra de teatro?
No conozco el mundo del teatro. No tenía idea de cómo producirla.

¿Y cómo fue el proceso de convertirla en novela? En su gran mayoría se trató de abrir la historia, incluir nuevas escenas expresadas como flashbacks.

Del personaje de Sheyla, la coordinadora de actores.
Justo.

La estructura, quizá por su origen teatral, es no obstante cerrada, muy opresiva.
Escribiendo un libro lo que te propones es generar tensión y luego está se rompe con un chiste, una broma, o una solución parcial.

La sensación que transmite es algo a medio camino entre Los diez negritos, de Aghata Christie y El ángel exterminador de Buñuel.
No he visto esa película, pero le diré que en el fondo ésta es una novela muy gótica y para eso se crea un espacio fuera de la vida corriente, lo que los antropólogos llaman espacios limbo, situados en el umbral de otros mundos, pero en ninguno de ellos. Como son lugares fuera del mundo convencional, no se rigen por normas convencionales que se aplicarían a la sociedad normal. En esos espacios, la gente no puede ser rescatada por las autoridades.


Sus personajes adultos —el actor fracasado, y los dos actores porno en decadencia— son desengañados del sueño americano, y los dos jóvenes —el actor porno amateur y la coordinadora de actores— están buscando ingenuamente hacerse ricos. ¿Se considera un autor fatalista?
[Guarda silencio medio minuto, mirando fijamente a la mesa] …Creo que soy más bien naturalista porque la mayor parte de nosotros encontramos un sistema para conseguir el éxito, lo que nos propongamos, y una vez que nos va bien repetimos ese modelo de acción una y otra vez hasta el desastre. Así que, de algún modo, todos estamos condenados a tener éxito en primera instancia y a fracasar a largo plazo, de una forma natural.


Usted tiene fama de documentarse profusamente, y ciertamente en el libro aparecen relatadas un sinfín de anécdotas de estrellas de Hollywood y del porno, trágicas o sólo sórdidas, que supongo que son reales. ¿Pretendía con ese relato en segundo plano expandir el discurso principal?
[De nuevo silencio] …Hay tres razones para esto. En primer lugar, todo eso de la documentación es cierto y tiene un motivo: se trata de hechos fidedignos y comprobados y eso da autoridad, le dice al lector que un autor es fiable. Por otra parte, me sirven para que el personaje que relata esas anécdotas está dando a entender un estado mental interno, de modo que justifica sus acciones ante el lector sin necesidad de expresar sus pensamientos de forma directa. Y en tercer lugar, sirven también para pautar el paso del tiempo. Me ahorra explicaciones como "cinco minutos antes", o "cinco minutos después".


Centra su relato en el porno hoy en día, precisamente cuando la industria vive una crisis sin precedentes, debido a la oferta de sexo gratuito en Internet. ¿Quería un ambiente decandentista?
¿Hay una crisis en la industria del porno?


Sí, causada por Internet y bastante más grave que la del cine convencional.
No lo sabía.


Hay un personaje desconcertante en la novela, un ex actor de porno gay, ex estrella de una serie de detectives en la tele, convencido de ser homosexual, al que su padre confiesa que abusó de él de niño, y que acaba diciéndose heterosexual y queriendo casarse. ¿Muy freudiano todo, no?
Es un personaje simbólico. Cree cualquier cosa que digan sobre él porque carece de una idea de sí mismo. En realidad obedece a un esquema clásico de la ficción norteamericana del último siglo. Es un grupo de tres: uno es un buen chico, obediente, que frecuentemente acaba autodestruyéndose. Otro es un rebelde, que no sigue las normas, y un tercero es un espectador de todo que finalmente sobrevive a la historia.


Curioso.

Le pondré un ejemplo, elija ¿Lo que el viento se llevó o Alguien voló sobre el nido del cuco?


Lo que el viento se llevó.

Melania es una buena chica. Es obediente. Tanto, que aunque el médico le dice que no tenga más hijos, accede al deseo de su marido de tenerlos y obviamente muere en el parto. Escarlata es la rebelde. Es mala y agresiva y al final acaba desamparada. Y Batler sobrevive a la historia, porque él es el que lleva la historia para contarla.


Y en su novela…

El gay es ese personaje obediente, que siempre hace caso de lo que le dicen. El veterano del porno es el rebelde agresivo. Y el joven es ese testigo que será el que sobreviva para contar la historia.


Entrando en el asunto propiamente del porno. ¿Se documentó sobre los rodajes?
Usé mi propia experiencia de cuando se han adaptado al cine mis novelas, las terribles esperas del set son exactamente así de desesperantes. Lo demás, la sordidez, no era muy difícil de imaginar. Hace unos años tuve amigos que practicaban el culturismo, en los ochenta, y todo lo relativo al culto al cuerpo de los actores porno está tomado de aquel mundo.


¿Se siente cronista de la sordidez?
[Largo silencio] …El objetivo es contar una historia. La mayor parte de las cosas que cuento me las han contado algunos amigos. Son cosas tan raras, tan sórdidas, que no hay forma de olvidarlas. Ellos me las cuentan a mí para desprenderse de ellas. En todo caso soy un cronista de la experiencia y la conducta humanas.


Tiene amigos muy raros.
Todos tenemos cosas extrañas. De algún modo yo creo la confianza en la gente para que me las confiesen, sabiendo que así son dueños del relato, porque sólo lo verbalizan una vez, y entonces queda fijado, y saben que yo le daré forma novelesca sin juzgarlos, que haré honor a su historia.


¿Nunca piensa cuando escribe alguna escena "quizá me haya pasado un pelín"?
Al contrario. Cuando pienso que algo es demasiado, que me daría miedo que lo leyera mi familia, entonces es cuando sé que está bien.


Su estilo inconfundible, unido a la popularidad de El club de la lucha, le ha convertido en un icono, casi una marca. ¿Le incomoda?
Es que nunca pienso en eso. Me centro en lo que la gente me cuenta, mi trabajo es escuchar y luego contar. Y hacer honor a lo que me cuentan.


¿Cree que esa convivencia en la gente de su faz pública y sus historias extrañas y ocultas es específicamente protestante?
No lo sé. No le entiendo.


Las sociedades católicas son de otro modo. Cuando un escándalo aflora es comentado con gran alarde, pero no se persigue el castigo al pecador. En la Europa católica ningún político dimite por infidelidades.
Para que algo pueda ser perdonado debe de ser contado, hay que declarar el pecado. En ese sentido soy un poco un cura para los demás.

Se lo pregunto de otro modo, ¿cree que su literatura es específicamente protestante?
[Silencio, casi un minuto] …Podría decirle que sí, en cuanto a que quizás el tono lo sea. Este libro, por ejemplo, Snuff, es un cuento gótico, pero si fuera europeo, católico, seguramente sería una farsa, una comedia. Sí, en ese sentido, tal vez sí.