jueves, 30 de abril de 2009

Bruselas se rinde a René Magritte



Tomado de El País
Cuesta creerlo, pero el universo surrealista de Magritte, presente en las colecciones permanentes de casi todos los grandes museos de arte contemporáneo del mundo, estaba prácticamente ausente de Bruselas. Allí transcurrió la mayor parte de su vida y, es cierto, allí hay un pequeño museo en la que fue su casa. El 4 de junio, los belgas saldarán las cuentas con su pintor más universal gracias a la apertura de un gran centro dedicado a su inconfundible estilo. Será un lugar para la celebración de todas las facetas artísticas de Magritte en todos sus periodos creativos, según explicó ayer en la embajada belga de Madrid Michel Draguet, director de los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica.

Sus paredes albergarán toda la iconografía de René Magritte (1898-1967): Las pipas que no lo son, los peces con piernas de mujer, las piedras que vuelan sin ser lanzadas, las escenas nocturnas enmarcadas en pleno día... El nuevo museo está situado en el antiguo Hotel Altenloh, un edificio neoclásico de 2.500 metros cuadrados distribuidos en cinco niveles. En total, se expondrán más de 200 obras en orden cronológico, representativas de todas sus actividades: pintura, escultura, dibujo, fotografía y cine.

El primer nivel del edificio estará ocupado por lo que se podría llamar los grandes éxitos de su carrera artística. Son, en general, pinturas de mediano formato como L?Empire des Lumières (1954), le Retour (1940) o Shéhérazade (1948).

Los responsables del museo insistieron ayer en la carga didáctica que tendrá el centro. No sólo quieren que sea una vitrina de la obra de Magritte, sino que para ellos es igual de importante la investigación y las actividades didácticas organizadas en torno al artista surrealista.

Winston Spriet, uno de los grandes expertos en la obra de Magritte, ha distribuido el espacio en forma de escenografía contemporánea. El segundo nivel del museo está proyectado para desvelar las partes menos conocidas de Magritte. Son piezas realizadas en Bruselas durante el periodo de la guerra, un tiempo en el que sus temas de inspiración están entre el comunismo y la magia negra.

El tercer nivel estará ocupado por las obras de sus comienzos. Son años en los que combina el efecto sorpresa, que luego desarrollaría, con todos los movimientos creativos de la primera mitad del siglo XX. Desde expresionismo al pop-art o el arte conceptual. Los responsables del museo han querido mostrar que en estos primeros años de creatividad está la búsqueda de la esencia poética del arte. Se cuenta cómo entre el mundo de los sueños y los objetos banales René Magritte es capaz de desarrollar toda una nueva filosofía.

Mario Benedetti y viceversa

En momentos cuando el escritor uruguayo Mario Benedetti se encuentra grave de salud es imposible no regresar a sus textos al reencuentro de todo cuanto se ha sentido en su lectura.

La contratapa del libro "Insomnios y duermevelas", editado por Seix Barral, afirma de Benedetti que "lo leemos una y otra vez, nos reconocemos en sus palabras, nos maravillamos con sus aciertos y no deja de conmovernos porque la dimensión lírica de su obra mantiene la pasión de siempre". Es una reseña válida para buena parte de lo que ha escrito.

Y, como siempre, alguno de sus poemas se queda dando vueltas, merodeando en nuestra mente. En este caso fue "Viceversa":


Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte.

tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte.

tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte.

o sea,
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

De "Poemas de otros"

lunes, 27 de abril de 2009

"Las bitácoras" de Cristina Peri Rossi


Bitácora

No conoce el arte de la navegación
quien no ha bogado en el vientre
de una mujer, remado en ella,
naufragado
y sobrevivido en una de sus playas.

Bitácora II

vagar
bogar
vagarosamente
en las velas místicas
de tu cuerpo,
inconmesurablemente tela.
Teca.

De "Linguística general" 1979

domingo, 26 de abril de 2009

Manuel Puig, un escritor de quien se habla en presente


En una charla en Argentina se rescató la vigencia del autor de "El beso de la mujer araña"

Tomado de La Nación
Unos pocos libros le bastaron a Manuel Puig para convertirse en uno de los escritores más originales que dio la Argentina en la segunda mitad del siglo XX. Audaz y desconcertante, irreverente y meticuloso, el escritor se enfrentó a la incomprensión y la intolerancia con una escritura audaz y locuaz. Sobre todo locuaz.

"Es una literatura básicamente oral", dijo Ernesto Schoo en la sala Julio Cortázar. Y agregó que sus novelas no sólo se leen: "Uno escucha a los personajes".
Con esta claridad, el crítico comandó el encuentro que, coordinado por Pablo Gianera y con la participación de los actores Humberto Tortonese y Martín Urbaneja, se desarrolló anteanoche en la Feria del Libro, organizado por adn cultura.

Schoo destacó la originalidad de la obra de Puig, poseedora de una "absoluta oralidad", que encontró resistencia entre sus pares y la crítica de su tiempo por partir de estereotipos de la cultura popular, desde el folletín hasta la telenovela, sobre todo en la figura de la mujer malcasada y malquerida que enriquece su vida a través de la vida de los otros, y que bien puede abastecer a Hollywood (el personaje femenino de La rosa púrpura de El Cairo, de Woody Allen, le debe mucho a Puig).

Meticuloso y atemporal
"Manuel era un escritor muy escrupuloso que estudiaba al detalle cada página. Un diálogo podía tener infinidad de versiones hasta conseguir la mejor", contó Schoo, que conoció a Puig en los años 60, cuando La traición de Rita Hayworth recibía elogios de todo el mundo menos de su país.

Entonces se enfrentó con Borges, que en una entrevista declaró: "Imagínese, es un libro de Max Factor". Y con Cortázar, que, disgustado por algunos de los personajes de Puig, lo describió como un "lector femenino", además de descalificar su homosexualidad. Al respecto, Schoo consideró que mientras la obra de Puig se mantiene actual, las novelas (no los cuentos, claro) de Cortázar quedaron atadas a su tiempo, y que esa atemporalidad lo acerca a Borges. "Incluso el uso del lunfardo en Puig es tan sutil que no queda fuera de lugar", dijo.

Cuando Gianera quiso saber cómo era llevar a escena a Puig, Tortonese y Urbaneja hablaron de su trabajo con El beso de la mujer araña , cuya versión teatral (realizada por el propio Puig) subirá a escena el 7 de mayo, con dirección de Rubén Szuchmacher. Luego de aclarar que no es un musical, sino una puesta teatral, Tortonese enfatizó la "riqueza de los personajes" y la dificultad que presentan sus textos, que "son de fácil lectura, pero con detalles complejos". Urbaneja observó que "nosotros contamos con algo a favor: tenemos la adaptación que él hizo de la novela", en la que los personajes se alejan del estereotipo que se reflejó en la película.

Schoo y Gianera señalaron en más de una oportunidad el fanatismo de Puig por Hollywood y su fascinación por ese mundo irreal. De hecho, La traición de Rita Hayworth fue primero un guión cinematográfico que Puig escribió mientras trabajaba para Air France en el aeropuerto La Guardia, de Nueva York, y soñaba con las estrellas del cine norteamericano.

Como recordó alguna vez Tomás Eloy Martínez, Puig afirmaba: "Creen que soy un best-seller pasajero, no un escritor. Lo mismo pasó con Roberto Arlt hace treinta años". "Manuel Puig está vivo", era la consigna del encuentro, como si se tratara de una estrella de rock. La constante reinvención de su obra parece confirmarlo.

viernes, 24 de abril de 2009

"Una de dos" de Juan José Arreola


Yo también he luchado con el ángel. Desdichadamente para mí, el ángel era un personaje fuerte, maduro y repulsivo, con bata de boxeador.
Poco antes habíamos estado vomitando, cada uno por su lado, en el cuarto de baño. Porque el banquete, más bien la juerga, fue de lo peor. En casa me esperaba la familia: un pasado remoto.
Inmediatamente después de su proposición, el hombre comenzó a estrangularme de modo decisivo. La lucha, más bien la defensa, se desarrolló para mí como un rápido y múltiple análisis reflexivo. Calculé en un instante todas las posibilidades de pérdida y salvación, apostando a vida o sueño, dividiéndome entre ceder y morir, aplazando el resultado de aquella operación metafísica y muscular.
Me desaté por fin de la pesadilla como el ilusionista que deshace sus ligaduras de momia y sale del cofre blindado. Pero llevo todavía en el cuello las huellas mortales que me dejaron las manos de mi rival. Y en la conciencia, la certidumbre de que sólo disfruto una tregua, el remordimiento de haber ganado un episodio banal en la batalla irremisiblemente perdida.


De Bestiairio, 1972

El cajero automático de libros

Una nueva impresora permite elegir entre 500.000 títulos y encuadernar un volumen en cinco minutos. Ha sido presentada en Londres como el mayor cambio libresco desde la imprenta

Tomado de El País
Eso de entrar en la librería y oír que tenemos que esperar porque el libro que buscamos está agotado o descatalogado se va a acabar. Ahora el cliente consultará una lista de -pongamos- 500.000 títulos, elegirá su favorito y, en cinco minutos, tendrá en sus manos el libro recién impreso y encuadernado. Esa velocidad de publicación es la que permite la Espresso Book Machine, que parece una especie de gran fotocopiadora y que, según informa el diario británico The Guardian, ya ha sido recibida como el mayor cambio en el mundo literario desde que Gutenberg inventara la imprenta de los tipos móviles hace más de 500 años y posibilitara la producción literaria a gran escala.

Presentada en la librería Blackwell de Charing Cross Road, la calle que durante décadas ha sido la meca de los libreros de Londres, el abanico de libros disponibles asciende a 500.000, incluida, por ejemplo, una edición facsímil del manuscrito original de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. Y la cifra se va a incrementar en cuestión de meses. La librería espera aumentar el catálogo hasta el millón de títulos a finales de verano; algo así como 37 kilómetros de estanterías, o más de 50 librerías comprimidas en una sola. La mayoría de los libros incluidos son obras cuyos derechos de autor han caducado pero la librería ya colabora con varias editoriales británicas para aumentar el número de libros sujetos a derechos de autor. Y, según la cadena, la respuesta ha sido muy positiva.

"Esto podría cambiar la venta de libros de manera fundamental", ha señalado a The Guardian el director ejecutivo de Blackwell, Andrew Hutchings. "Ofrece la posibilidad de que las pequeñas tiendas y librerías independientes puedan competir de verdad con grandes cadenas y Amazon". Y ha añadido: "Me gusta pensar que puede ser la revitalización de la industria librera local. Es bastante atractivo que puedas entrar en la librería local y acceder a un millón de títulos".

El cliente potencial de la nueva impresora (incluida entre los inventos del año de la revista Time) comprende desde académicos en busca de reproducciones de valiosos manuscritos hasta novelistas en ciernes ávidos de ver una copia de su propia obra autopublicada, según señalan desde Blackwell. La cadena de librerías prevé supervisar durante los próximos meses cómo reciben los clientes la nueva herramienta para determinar el precio (se prevé que sea similar al de los libros tradicionales) y la demanda. Luego distribuirá impresoras a lo largo de su red de 60 librerías en el Reino Unido, con la sede central en Oxford.

Ideada por el editor estadounidense Jason Epstein, la Espresso ha sido una de las estrellas de la semana en la Feria del Libro de Londres. Decenas de curiosos han contemplado cómo la máquina imprimía 100 páginas por minuto, las ajustaba, las encuadernaba, guillotinaba y expulsaba el volumen acabado. El resultado fue de calidad: el texto se leía con claridad, estaba justificado y el papel era grueso, las cubiertas lucían elegantes, aunque en conjunto resultaba algo pegajoso al tacto.

Descrito como el cajero automático de los libros por su propietario estadounidense, On Demand Books, las máquinas Espresso ya funcionan en EE UU, Canadá y Australia, e incluso en la Biblioteca Alejandrina de Egipto, pero la de presentada en Charing Cross de Londres es la primera instalada en una librería de Reino Unido. Le ha costado a Blackwell 130.000 euros, pero la cadena considera que estará amortizada en un año. "Creo que de verdad va a cambiar el negocio de los libros", ha señalado el jefe de marketing de Blackwell, Phill Jamieson. "Tiene el potencial para ser el mayor cambio desde Gutenberg y esperamos que así sea. Y no es sólo por nosotros; ofrece la posibilidad de que las pequeñas librerías independientes puedan competir con cualquiera".

jueves, 23 de abril de 2009

Por el placer de la lectura


El 23 de abril es una fecha simbólica en la literatura mundial. Ese día, del año 1616, fallecieron Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega. También en un 23 de abril nacieron o murieron eminentes figuras de las letras

Tomado de BBC
Es por esta razón que la Conferencia General de la UNESCO decidió adoptar esta fecha para rendir un homenaje mundial a los libros y a sus autores, y alentar a los jóvenes y no tan jóvenes a descubrir el placer de la lectura.

Desde 1996, cada 23 de abril, millones de personas, en más de un centenar de países se unen en la celebración de las múltiples funciones del libro en la vida de las sociedades humanas.
Editoriales, librerías, bibliotecas, escuelas, centros culturales y sociedades de autores de todo el mundo se movilizan así para conmemorar este Día Mundial y poner de relieve el papel que desempeña el libro en la sociedad de nuestros días.

Origen español
Pero a pesar de que hoy en día el día del libro es una celebración mundial, las raíces de este homenaje se remontan al reinado del Alfonso XIII. El 6 de febrero de 1926 el soberano firmó un Real Decreto por el que se creaba oficialmente la Fiesta del Libro Español, que se celebraría en la fecha que entonces se creía que había nacido Cervantes, el 7 de octubre.

Por eso, hasta 1930, el 'Día del Libro' se festejaba el 7 de octubre. Luego la celebración se trasladó al 23 de abril, día éste en que probablemente falleció el escritor, si bien los expertos parecen coincidir en que murió, en realidad, el 22 de abril.

La festividad, sin embargo, fue idea del escritor y editor valenciano, afincado en Barcelona, Vicent Clavel Andrés. Clavel hizo una propuesta a la Cámara Oficial del Libro de Barcelona y ésta se hizo eco de ella.

La celebración se arraigó rápidamente en Barcelona y se extendió por toda Cataluña, aunque el propósito oficial se fue diluyendo poco a poco al coincidir con el día del santo patrón, conocido como Diada de Sant Jordi (Día de San Jorge), mientras en otras zonas la fiesta se mantenía con escasa importancia o incluso desaparecía.

Con el tiempo se hizo tradicional en Cataluña el intercambio y regalo de rosas y libros entre parejas y personas queridas en esa fecha, convirtiéndose en una de las jornadas populares más celebradas.

En España también se ha elegido esta fecha para la entrega anual de los Premios Cervantes, el mayor galardón que se otorga a los autores hispanos.


Tomado de El Universal
Cervantes, Shakespeare, Inca Garcilaso de la Vega... podrían ser suficientes motivos para celebrar hoy, 23 de abril, el Día del Libro, Día del Idioma, Día de Sant Jordi con la rosa y el libro.

En Venezuela la situación del libro tiene varios aspectos, y el más resaltante es el control de divisas y el requisito del Certificado de No Producción, con lo cual la importación de libros extranjeros se ha reducido dramáticamente.

La presencia del libro editado en el exterior es tan importante, que de acuerdo con los estudios promovidos por la Cámara Venezolana del Libro (Cavelibro), la demanda sobre los textos de afuera es muy alta: según el Segundo estudio del sector del libro en Venezuela (2007), el porcentaje de librerías que no realiza importación de libros ascendió de 72% (según el Primer estudio de 2004) a 85% (2007).

En cuanto a los datos aportados por las distribuidoras privadas de libros, los mismos estudios citados detallan que para 2004 el 95% de las ventas de libros eran importados, y sólo 5% nacionales; mientras que para 2007 bajó a 91 y 9%, respectivamente para la misma data.

Las opiniones se enfrentan en torno a estos hechos, los anaqueles de las librerías "hablan" por sí mismos; más aun cuando la demanda de libros se ha visto incrementada desde los últimos cinco años, cuestión que ciertamente ha favorecido a la industria editorial nacional.

¿Pitos y loas por el libro?
El narrador y editor (Memorias de Altagracia, sello alternativo) Israel Centeno asegura que tal día como hoy "no hay nada que celebrar, yo creo que la gente sensata tiene poco qué celebrar. Sólo celebro con mi biblioteca, que la pude hacer durante la Cuarta República y la primera parte de la Quinta".

La presidenta de Cavelibro, Yolanda de Fernández, lo contradice, y afirma que el hecho de que haya problemas en el sector del libro "no implica que no celebremos, y será con el Festival de la Lectura en la plaza de Altamira".

Esta posición la refrenda Carolina Saravia, directora editorial de Alfa, para quien "esta no será la primera ni será la última oportunidad en la que el sector del libro ha tenido que derribar barreras y sortear vicisitudes para mantenerse a flote"; y agrega que "el sector del libro también debe celebrar los cambios notables que han ocurrido en cuanto a las preferencias de los lectores venezolanos, aumentando no sólo la cantidad de ejemplares vendidos sino la variedad de títulos escogidos. Hoy en día, nuestros autores nacionales son referentes culturales que agotan ediciones".

Por su parte, el librero Andrés Boersner (Librería Noctua) afirma que "si se trata de celebrar el libro, todos los días son buenos para hacer algo". Desde su recinto observa cómo "la existencia de libros ha ido mermando, especialmente desde hace dos años para acá; y eso no tiene miras de solucionarse, sino de agravarse. Mientras el libro permanezca en esa famosa lista de bienes no prioritarios, no habrá dólares".

Boersner destaca que la presencia de libros importados siempre es insustituible, aunque haya aumentado el mercado interno; lo cual es similar "para México y España, y nosotros no lo hacemos menos".

Más que echar en falta a las novedades editoriales, tanto Centeno como Boersner extrañan los clásicos.

"He tratado de conseguir En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, y no pude, no hay quién te lo venda. Como tampoco los libros de Ray Bradbury", deplora Centeno.

Boersner quisiera ofrecer a sus clientes clásicos como Albert Camus, Hermann Hesse, Cioran, "son libros que se consiguen en cualquier librería de un país de habla castellana. No son exquisiteces, sino clásicos. Los importadores le dan prioridad a los bestsellers, no a los de estudio, y eso lo vemos hasta con Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, que no está en el país. Hace años que la gente no lo consigue, como tampoco otros de Historia".

miércoles, 22 de abril de 2009

Tecnología y lectura: tiempos de adaptación


Tomado de Telecinco
Más títulos, ediciones más reducidas y más lectores en un contexto de adaptación a las nuevas tecnologías resumen el panorama del libro en América Latina, una región donde la crisis todavía no ha golpeado con contundencia al mercado editorial.
"Nunca la humanidad había leído tanto como lee ahora", señaló hoy a Efe Luis Fernando Sarmiento, secretario técnico del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, el Caribe, España y Portugal (CERLALC), un organismo de la Unesco con sede en Bogotá y fundado en 1971.
Efe habló con la directora del CERLALC, Isadora de Norden, y con Sarmiento con motivo de una nueva edición del Día Internacional del Libro, que se celebra mañana 23 de abril.
Según estadísticas que maneja el CERLALC, en el 2008 se registraron 104.997 títulos en América Latina y 79.020 en España.
En Latinoamérica, el líder indiscutible es Brasil, con 44.136 títulos en 2008, seguido de Argentina, con 19.830, y de Colombia, con 12.558.
México, tradicionalmente una potencia en el negocio editorial, figura en las tablas con solo 6.438 títulos, una cifra que, según de Norden, no se compadece con la realidad, debido a un problema de subrregistro, y a la que habría que sumarle unos 11.000.
Lo cierto es que en todos los países latinoamericanos crece la producción de libros, sobre todo de literatura, ciencias sociales, derecho y educación, según los directivos del CERLALC.
Los lectores también crecen, aunque no necesariamente en la misma proporción.
El lector tipo latinoamericano es una mujer joven, con alto nivel de escolaridad y elevados ingresos, que vive una ciudad grande, de acuerdo con los distintos estudios sobre el tema.
Personas con esas características son una minoría en la región, donde aún hay un 9 por ciento de personas que no saben leer ni escribir, millones de personas con analfabetismo funcional y otras muchas sin acceso a libros.
En países como Guatemala, Bolivia y Ecuador, la práctica inexistencia de libros en las lenguas originarias que coexisten con el español dificulta el acceso a la lectura de grandes cantidades de personas, señala De Norden.
También son obstáculos importantes la falta de una red de bibliotecas públicas en algunos países y la falta de inversiones por parte del Estado en material de lectura para los escolares.
No hay estudios regionales sobre índices de lectura o comportamiento del lector y los que existen de ámbito nacional están hechos con metodologías distintas, lo que hace difícil sacar conclusiones generales sin caer en cierto grado de especulación.
El CERLALC promueve, por ello, la búsqueda de un consenso para unificar las metodologías.
Según esos estudios nacionales, un 72% de la población argentina declara leer libros, así como un 60% de la mexicana, un 57% de la uruguaya y un 55,5% de la española.
En cuanto al número de libros leídos al año, Sarmiento destaca el caso de Brasil, que pasó de 1,8 por persona en el año 2000 a 3,7 en el 2007, un salto impresionante que se debe fundamentalmente a la inversión del Estado en dotar a las escuelas públicas de libros y no solo de texto.
La franja de edad en la que se lee más en América Latina es de los 9 a los 25 años, y especialmente de los 14 a los 25. La curva declina a los 35, más a los 40 y así sucesivamente.
El papel del Estado es fundamental para incrementar el número de lectores. "La lectura no se da de manera espontánea", comenta Sarmiento.
En América Latina hay casi tantos esquemas de actuación del Estado en este ámbito como países. Hay quienes priman las bibliotecas públicas, como Colombia, y otros la dotación de material de lectura a las escuelas públicas, como Brasil y Chile, una opción que, para Sarmiento, es la más idónea y la que da mejores resultados.
Al respecto, el secretario técnico del CERLALC recuerda que Chile es el único país latinoamericano que está entre los primeros cien del mundo por la calidad de la educación, según los dos sistemas de medición más prestigiosos: PIRS y PISA.
En Argentina a quienes reciben una vivienda de interés social se les entrega una pequeña biblioteca, en Venezuela se editan un millón de ejemplares de "El Quijote" o "Los Miserables" para repartirlos gratuitamente y en España se hace una extensión de las bibliotecas al transporte público y se prestan libros con solo entregar el documento de identidad, que queda como garantía para la devolución.
Lo que está claro es que leer no le hace mal a nadie, que cuanto antes se estimule a la lectura a una persona mejor para su formación y que en el siglo XXI es inadmisible que haya gente que no tenga la capacidad de leer.
Es un derecho humano, subraya de Norden.
Los esfuerzos del CERLALC están orientados hacia la protección de la creación intelectual, el fomento de la producción y circulación del libro, la promoción de la lectura, la escritura y las bibliotecas.

martes, 21 de abril de 2009

El plagio de Camilo José Cela


Juez encuentra indicios de que "La Cruz de San Andrés" presenta coincidencias y similitudes de consideración con una obra escrita por María del Carmen Formoso

Tomado de El País
Más de 10 años después de que la escritora María del Carmen Formoso se querellara contra Camilo José Cela, una juez de Barcelona ha resuelto que existen indicios racionales para considerar que se cometió un delito contra la propiedad intelectual en la elaboración de la novela La Cruz de San Andrés, ganadora del Premio Planeta de 1994.

La juez argumenta su decisión en dos motivos. Por un lado, que Carmen, Carmela, Carmiña (Fluorescencia), la obra de Formoso, fue presentada el 2 de mayo de aquel año y que la obra ganadora del premio literario se presentó el 30 de junio, el último día de plazo. Por otro, que el informe pericial elaborado por Luis Izquierdo, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Barcelona, "concluye que se trata de un supuesto de transformación, al menos parcial, de la obra original" en la novela ganadora de Cela.

De ello se deduce, en opinión de la juez, que La Cruz de San Andrés "presenta tantas coincidencias y similitudes" con la obra de Formoso "que para realizar tal transformación la novela de la querellante hubo de ser necesariamente facilitada" a Cela "para que, tomándola como referencia o base, hiciera lo que el perito denomina aprovechamiento artístico" de aquélla. De esa manera, añade la juez, la obra de Formoso fue "transformada" por Cela "en una obra estéticamente diferente, con el sello propio de su autor, que presentada al mismo certamen literario resultaría premiada".
La causa que tramita el Juzgado de Instrucción número 2 de Barcelona se sigue únicamente contra José Manuel Lara Bosch, consejero delegado del grupo editorial Planeta, al que se considera presunto coautor del delito de plagio. Lara ya declaró como imputado en esta causa en 2001, al igual que Cela, antes de fallecer en 2002.

El caso judicial arrancó en 1998, pero sufrió diversos avatares hasta que en 2001 fue admitida a trámite la querella de Jesús Díaz Formoso, hijo y abogado de la autora. Desde entonces, el juzgado ha archivado la causa en dos ocasiones, pero en enero de 2006 el Tribunal Constitucional concedió el amparo a Formoso y ordenó una nueva reapertura. Después de esa decisión judicial, la juez encargó un segundo informe pericial mucho más detallado para que Luis Izquierdo respondiera a 65 cuestiones muy concretas sobre la similitud de diversos párrafos de ambas obras.

A partir de ese segundo informe, la fiscal del caso, Raquel Amado, se leyó las dos novelas y reclamó a la juez el archivo del caso, al entender que entre ambas obras existe "una radical diferencia" que le lleva a "descartar contundentemente" la posibilidad de que se hubiera cometido un delito de plagio. La fiscal también razonaba que las técnicas narrativas y el aspecto estructural entre una y otra novela son "radicalmente diferentes". Así, en la obra de Formoso aparece un único "narrador omnisciente", que efectúa en tercera persona un "relato lineal y cronológicamente ordenado, con un lenguaje realista y descriptivo". En la novela de Cela, los narradores son dos y en primera persona, y se utilizan "técnicas de fragmentación, condensación, simultaneidad y alteración cronológica de las secuencias narrativas".

La decisión judicial ha sido recurrida por la editorial Planeta ante la Audiencia de Barcelona, que ahora puede confirmarla o revocarla. Si la confirmase, la juez abriría juicio oral. Si no, quedaría archivado de nuevo, a la espera de posibles nuevos recursos.

lunes, 20 de abril de 2009

La novela oculta de Nabokov


Tomado de El País
La última novela que escribió el autor ruso Vladímir Nabokov (1899-1977), titulada "El original de Laura", será publicada el próximo mes de noviembre, según anunció la editorial Penguin.
Nabokov escribió esta obra en 138 tarjetas que Penguin quiere reproducir junto a una transcripción del texto en la página contigua.

El autor que se hizo famoso por "Lolita" dejó instrucciones para que la novela fuera destruida tras su muerte, pero su hijo y albacea de su obra, Dmitri, decidió el pasado año que la publicaría.
Según la cadena pública británica BBC, los herederos de Nabokov han recibido una suma superior al millón de dólares por este trabajo, que verá finalmente la luz el 3 de noviembre de manera simultánea en las librería del Reino Unido y Estados Unidos.

Alexis Kirschbaum, el director de Penguin Classics, negoció directamente con el hijo de Nabokov y afirmó que "fue una decisión muy emotiva para Dmitri, llevaba décadas pensando en ello", según destacó la editorial en un comunicado.

"El original de Laura" está guardada en una caja fuerte de un banco suizo desde hace más de 30 años y su rechazo por parte de su autor es similar al que tuvo con "Lolita", obra que también quiso destruir pero que finalmente publicó por la presión de su mujer.

La novela narra la historia de un hombre obsesionado con su promiscua esposa y que repasa la historia de esta obsesión desde que se conocieron cuando eran jóvenes.

Kirschbaum manifestó que la novela es oscura y cómica, y que explora el significado de "lo que significa odiarse a uno mismo y querer desaparecer".

"Es muy interesante ver su escritura y leer su prosa, que no es necesariamente de una brillantez extrema, pero que permite ver la esencia de quien fue un genio en todo lo que escribió", dijo.

El editor también anunció que en 2010 Penguin publicará una colección de los poemas de Nabokov que nunca han sido traducidos hasta ahora al inglés, y que un año más tarde lo harán con unas cartas inéditas que se enviaron el escritor y su esposa.

domingo, 19 de abril de 2009

Los 90 años de Chavela Vargas

Tomado de La Vanguardia
Chavela Vargas, la más grande en edad y talento de la canción mexicana, cumple este viernes 90 años. Sensual y desgarrada, su voz ha cantado al amor y a los celos, a la vida y a la muerte; exprimiendo su corazón, cautivando a un público incrédulo ante el sentimiento que arranca esta mujer sin dobleces.

Chavela, que dice que de dolor tambièn se canta, festejará sus 90 años con un concierto-homenaje que el próximo martes le dedicarán sus amigos en el Teatro de la Ciudad de la capital mexicana. Será un reconocimiento a su aportación a la canción ranchera, al bolero y a la cultura popular. Organizado a lo grande por la alcaldía de la ciudad, en el homenaje participarán Julieta Venegas, Eugenia León, Astrid Hadad, Jimena Giménez Cacho, María Elena La Negra Chagra, Fernando del Castillo y Mario Ávila, entre otros. Amigos españoles, como Joaquín Sabina, Miguel Bosé y Martirio, enviarán saludos en un video. Es probable que Pedro Almodóvar y García Márquez asistan al homenaje.

Al sentir cerca su fin, Chavela regresó a vivir a su tierra natal, San Joaquín de Flores, Costa Rica, para estar cerca del mar. "Y para que las sirenas vengan a visitarme". Desde hace un mes, ha vuelto a caminar. Como ella misma dice, ha recobrado "la vida y el oxígeno". La noticia del homenaje le motiva a trabajar en su salud, en su alma, en su presencia.

Trovadora desgarrada del amor y testigo de la vida, Chavela Vargas no derrama lágrimas nuevas sobre dolores viejos. Las penas antiguas son para ella pasto de nuevas y serenas sonrisas, incluso carcajadas. Ha llegado a domesticar el olvido y consigue recordar todo sin que nada le haga daño. Y vaya si recuerda. Recuerda tanto y con tanta lucidez que en sus memorias, recién redactadas con la periodista María Cortina, hace sonadas revelaciones, algunas tan comprometidas como sus amores lésbicos sublimes y borrascosos.

Isabel Vargas Lizano, nombre real de Chavela, nacida en Costa Rica pero hija adoptiva de México, cantó en las calles durante mucho tiempo antes de subirse a los escenarios. A sus 30 años se hizo intérprete profesional de la mano de José Alfredo Jiménez, compositor de sus mayores éxitos. Su primer álbum fue publicado en 1961 y desde entonces ha grabado más de 80 discos. Hizo duetos con Agustín Lara, Sabina, Eugenia León, Ana Belén, Miguel Bosé y Armando Manzanero, entre otros. Entre sus temas más destacados figuran "Macorina'', "La llorona'', "Luz de luna'', "Piensa en mí'' '. Según el cronista Carlos Monsiváis, "Chavela añadió a la música ranchera la soledad radical, donde la música y las letras alcanzan el nivel de confesión de madrugada'.

Al llegar a los 90 años, Chavela siente que ha cumplido con su destino: sacar de las cantinas la canción mexicana para llevarla a las universidades y a los más encopetados escenarios. Acudirá al homenaje con su poncho rojo y sus fieles pantalones –uno recuerda que fue la primera mujer que se atrevió a ponérselos en una tierra de machos como México-, con sus muchos años vividos rabiosamente, con su leyenda negra, con su historia, auténtica, canalla, sublime, fieramente humana.

En estas mismas páginas de 'La Vanguardia' nos contó hace un tiempo que su personalidad le exigía probarse en la adversidad, en el sufrimiento, en la ruina, en el olvido –casi buscado– de 15 años en los que anduvo rebotada, cogida en la tela de araña del alcohol.

Salió de los infiernos y lo hizo cantado. Hay que ser muy fuerte para escapar del arroyo y echar a andar de nuevo sin arrepentimientos, sin rencores, sin dolor por las viejas heridas. La leyenda de la música popular mexicana dice que en el fondo es una yegua sin potrero. La intérprete de "Macorina", la que resistió 40 años de parranda continua, la que vivió un retiro que creía definitivo y que en los noventa renació de las cenizas, aún atesora esperanzas: "Si volviera a nacer, volvería a ser: ¡la borracha más grande de México! Y no me apena, así fue, así tenía que ser. "La Llorona" la he cantado mil veces, mil veces diferente. Es glorioso".

jueves, 16 de abril de 2009

Onetti sigue creciendo




Juan Carlos Onetti no solo fue una leyenda literaria entre los lectores que empezaron a admirarlo a partir del ‘boom’. También fue un mito entre sus propios colegas latinoamericanos.

En todo el continente, y luego en todo el mundo, empezó a crecer la leyenda –casi la superstición- de ese hombre hosco, cáustico, dolorosamente inteligente, misántropo y, también, dipsómano y mujeriego. Este año, a un siglo de su nacimiento, ocurrido el 1 de julio de 1909, esa superstición se ha puesto más vigente que nunca junto a esa otra figura, más enigmática, del hombre atormentado que escribió novelas fundamentales de la literatura latinoamericana como ‘El astillero’ o ‘La vida breve’.

Si alguien reúne en sí mismo los elementos de la figura romántica del escritor, ese fue Onetti, cree el narrador quiteño Francisco Proaño Arandi.

“Entre los años sesenta y setenta vimos y sentimos crecer la obra de un autor que, aunque sus acentos y sus escenarios eran rioplatenses, se ocupaba de los problemas universales del espíritu humano”.

Por la época que le tocó vivir, el público lector y la crítica lo ubicó en la generación de los monstruos del ‘boom’. Una equivocación, a juicio del poeta y crítico literario Vicente Robalino. “Como Juan Rulfo o como Ernesto Sábato, si bien Onetti coincide con el ‘boom’, es ante todo un creador, solitario y original, que no se adhiere a ese producto mercantil de las editoriales europeas y estadounidenses. Esos autores son reacios a ese movimiento comercial o a la fama internacional”.

Quizá esa profunda duda y esa sombra de gravedad que Onetti echó sobre el alma humana ayudaron a que creciera su fama de hombre hosco, adicto a los exabruptos. Acaso también las pocas entrevistas que dio también hicieron lo suyo.

Por ejemplo, en una entrevista publicada en 1967 en el diario La mañana, de Montevideo, Onetti le contesta así a la periodista María Esther Gilio, quien le había preguntado por la bondad de su literatura: “No, mi literatura es una literatura de bondad. El que no lo ve es un burro”. Sincero, salvajemente sincero. Como su literatura.

Pero, según Hortensia Campanella, especialista uruguaya, quien curó una exposición de manuscritos y objetos de Onetti en Montevideo, en 2005, esa imagen es en buena parte solo producto del mito. En la página www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/onetti/ se recoge esta impresión que la estudiosa tiene del carácter del autor: “Era una persona cálida, afectiva, con un enorme sentido del humor, siempre con ganas de jugar, de hacer bromas (...). No muchos saben que le encantaban los niños, jugar con ellos o simplemente observarlos; decía que las personas que no conservan algo de su infancia no podían ser amigos suyos”.

A propósito del centenario de su nacimiento se ha avivado el interés por su obra. Aparte del largo estudio que le dedica Vargas Llosa, ‘El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos’, Círculo de Lectores, prepara las ‘Obras completas’ de Onetti y la coalición Punto de Lectura ha lanzado nuevas ediciones de las clásicas ‘El pozo’, ‘Los adioses’ o ‘Para esta noche’. Este hombre, que pasó los cinco últimos de su vida echado sobre una cama, bebiendo whisky y leyendo novelas policiales, ahora es recordado intensamente, según su compatriota y poeta Cristina Peri Rossi como “uno de los pocos existencialistas en lengua castellana”.

La pasión amatoria
A los 21 años Onetti se casó con su prima María Amalia Onetti, con la que tuvo un hijo llamado Jorge. Viajó por primera vez a Buenos Aires, poco más tarde publicó sus primeros cuentos y escribió una novela, que ha sido recuperada parcialmente como ‘ Tiempo de abrazar’.

En 1934 se casó con María Julia Onetti, hermana de su primera esposa. Pero esta relación fue más fugaz. En los años cuarenta se mudó a Buenos Aires y se casó con Elizabeth María Pekelharing. Publicó ‘Tierra de nada’.

En 1961 se publicó ‘ El astillero’, y en 1963 ‘Juntacadáveres’ . Conoció a Dorothea Muhr, Dolly, su última mujer.

4.500 hojas manuscritas de Madame Bovary disponibles en Internet


Tomado de El Mundo
Las 4.500 hojas manuscritas de la célebre novela de Gustave Flaubert 'Madame Bovary' ya están disponibles en Internet, gracias al trabajo de más de dos años de cientos de amantes de la obra del autor francés.
El equipo de trabajo que elaboró la página http://bovary.univ-rouen.fr/ surgió de la colaboración entre la Universidad de Rouen (ciudad natal del Flaubert situada al norte del país) y la Biblioteca Municipal de la misma localidad y estuvo dirigido por el profesor especialista en el escritor Yvan Leclerc.
Más de un centenar de transcriptores respondieron a la invitación lanzada en Internet por los profesores universitarios, y se unieron a estudiantes de la Universidad de Rouen para trabajar de manera conjunta con los investigadores. Se estima que un total de 600 personas participaron en el proyecto.
Los 130 transcriptores voluntarios son de edades comprendidas entre los 16 y los 76 años, proceden de 17 países, entre ellos Argentina, Colombia, Francia, Ghana, Italia, Japón, Portugal y Tailandia, y tienen diferentes perfiles profesionales.
La dificultad para leer los manuscritos de Flaubert (como consecuencia de numerosas correcciones y tachones) hicieron necesarias las transcripciones, que fueron realizadas entre marzo de 2003 y septiembre de 2005 y actualizadas con regularidad desde entonces.
En la web, los internautas pueden observar de manera simultánea, en una pantalla dividida por la mitad, el documento original y la página transcrita que conserva los tachones y las anotaciones, pero con un mayor grado de claridad. La página está destinada tanto a los especialistas como al público general, de ahí la presentación simple, directa y cercana de los originales de los manuscritos digitalizados.
"La idea no es dar respuestas inmediatas como si se tratara de artículos bien pulidos, sino de poner a disposición los elementos, las herramientas favoreciendo la exploración y las investigaciones a todos los niveles", señalan los especialistas en la propia página.
La principal novela de Flaubert, publicada en 1857 tras cinco años de elaboración, describe con ferocidad las costumbres de la pequeña burguesía de provincias durante el Segundo Imperio francés y supuso un escándalo.
El escritor fue incluso procesado bajo la acusación de haber escrito una obra que iba "contra la moral pública y religiosa y las buenas costumbres", pero ganó el juicio.

domingo, 12 de abril de 2009

De Sontag a Borges


En 1996, Susan Sontag, escritora y pensadora estadounidense, escribió una carta homenaje a Jorge Luis Borges. Se cumplían diez años de la muerte del autor argentino y ella dejó en estas líneas, más allá de su personal admiración hacia la figura de Borges, un registro del peso que él tiene en la historia de la Literatura y, obviamente, en quienes practican el oficio de escribir.


12 de junio de 1996

Querido Borges:

Dado que siempre colocaron a su literatura bajo el signo de la eternidad, no parece demasiado extraño dirigirle una carta. (Borges, son diez años.) Si alguna vez un contemporáneo parecía destinado a la inmortalidad literaria, ese era usted. Usted era en gran medida el producto de su tiempo, de su cultura, y, sin embargo, sabía cómo trascender su tiempo, su cultura, de un modo que resulta bastante mágico. Esto tenía algo que ver con la apertura y la generosidad de su atención. Era el menos egocéntrico, el más transparente de los escritores... así como el más artístico. También tenía algo que ver con una pureza natural de espíritu. Aunque vivió entre nosotros durante un tiempo bastante prolongado, perfeccionó las prácticas de fastidio e indiferencia que también lo convirtieron en un experto viajero mental hacia otras eras. Tenía un sentido del tiempo diferente al de los demás. Las ideas comunes de pasado, presente y futuro parecían banales bajo su mirada. A usted le gustaba decir que cada momento del tiempo contiene el pasado y el futuro, citando (según recuerdo) al poeta Browning, que escribió algo así como "el presente es el instante en el cual el futuro se derrumba en el pasado". Eso, por supuesto, formaba parte de su modestia: su gusto por encontrar sus ideas en las ideas de otros escritores.

Esa modestia era parte de la seguridad de su presencia. Usted era un descubridor de nuevas alegrías. Un pesimismo tan profundo, tan sereno como el suyo no necesitaba ser indignante. Más bien, tenía que ser inventivo... y usted era, por sobre todo, inventivo. La serenidad y la trascendencia del ser que usted encontró son, para mí, ejemplares. Usted demostró de qué manera no es necesario ser infeliz, aunque uno pueda ser completamente perspicaz y esclarecido sobre lo terrible que es todo. En alguna parte usted dijo que un escritor -delicadamente agregó: todas las personas- debe pensar que cualquier cosa que le suceda es un recurso. (Estaba hablando de su ceguera.)

Usted fue un gran recurso para otros escritores. En 1982 -es decir, cuatro años antes de morir (Borges, son diez años)- dije en una entrevista: "Hoy no existe ningún otro escritor viviente que importe más a otros escritores que Borges. Muchos dirían que es el más grande escritor viviente... Muy pocos escritores de hoy no aprendieron de él o lo imitaron". Eso sigue siendo así. Todavía seguimos aprendiendo de usted. Todavía lo seguimos imitando. Usted le ofreció a la gente nuevas maneras de imaginar, al mismo tiempo que proclamaba, una y otra vez, nuestra deuda con el pasado, por sobre todo con la literatura. Usted dijo que le debemos a la literatura prácticamente todo lo que somos y lo que fuimos. Si los libros desaparecen, desaparecerá la historia y también los seres humanos. Estoy segura de que tiene razón. Los libros no son solo la suma arbitraria de nuestros sueños y de nuestra memoria. También nos dan el modelo de la autotrascendencia. Algunos piensan que la lectura es solo una manera de escapar: un escape del mundo diario "real" a uno imaginario, el mundo de los libros. Los libros son mucho más.

Lamento tener que decirle que la suerte del libro nunca estuvo en igual decadencia. Son cada vez más los que se zambullen en el gran proyecto contemporáneo de destruir las condiciones que hacen la lectura posible de repudiar el libro y sus efectos. Ya no está uno tirado en la cama o sentado en un rincón tranquilo de una biblioteca, dando vuelta lentamente las páginas bajo la luz de una lámpara. Pronto, nos dicen, llamaremos en "pantallas-libros" cualquier "texto" a pedido, y se podrá cambiar su apariencia, formular preguntas, "interactuar" con ese texto. Cuando los libros se conviertan en "textos" con los que "interactuaremos" según los criterios de utilidad, la palabra escrita se habrá convertido simplemente en otro aspecto de nuestra realidad televisiva regida por la publicidad. Este es el glorioso futuro que se está creando -y que nos prometen- como algo más "democrático". Por supuesto usted y yo sabemos, eso no significa nada menos que la muerte de la introspección... y del libro.

Por esos tiempos no habrá necesidad de una gran conflagración. Los bárbaros no tienen que quemar los libros. El tigre está en la biblioteca. Querido Borges, por favor entienda que no me da placer quejarme. Pero ¨a quién podrían estar mejor dirigidas estas quejas sobre el destino de los libros -de la lectura en sí- que a usted? (Borges, son diez años.) Todo lo que quiero decir es que lo extrañamos. Yo lo extraño. Usted sigue marcando una diferencia. Estamos entrando en una era extraña, el sigro XXI. Pondrá a prueba el alma de maneras inéditas. Pero, le prometo, algunos de nosotros no vamos a abandonar la Gran Biblioteca. Y usted seguirá siendo nuestro modelo y nuestro héroe.

Susan Sontag

viernes, 10 de abril de 2009

Edgar Allan Poe revisitado


Siete autores reinventan sus cuentos

Tomado de El Mundo
Cuando se trata de hablar de Edgar Allan Poe, las palabras empiezan a quedarse cortas. Padre de la novela negra y de ciencia ficción, genio de la historia policíaca y de terror, su huella en la literatura es profunda e innegable. En el año en que se celebra el bicentenario de su nacimiento, las editoriales se han apresurado en sacar obras que rindieran homenaje a su talento. La más reciente se ha presentado en Madrid y recoge siete de sus cuentos en siete nuevas versiones.

"Poe", de 451 editores, reinventa algunos de los cuentos del autor. "Las versiones que más me gustan son las que destrozan el original, los que lo hacen pedazos y recrean, a partir de sus cenizas, un monstruo nuevo. Éste fue el reto que propusimos a los escritores", cuenta Fernando Marías, el editor.

Eugenia Rico y Luis Alberto de Cuenca fueron dos de los autores que aceptaron el reto. Él reconstruyó 'El Cuervo' y ella 'El Gato Negro', dos de las obras más emblemáticas de Poe. "Me di cuenta de que soy fascinada por el doble, por el espejo, así que quise reinventar el cuento a partir de los ojos de la mujer, muerta y emparedada", recuerda Eugenia Rico. Y, así, el gato se convirtió en gata. Una gata negra que habla de "una historia de maltrato, de una mujer que sufre y que no puede creer que el hombre al que ama se esté transformando en un monstruo".

La versión de 'El Cuervo' de Luis Alberto de Cuenca es más personal: "Intenté sentir lo que sintió Poe al escribirlo, lo que es muy difícil. Pero él llora la ausencia de la amada muerta y mi primer amor se murió en un accidente de coche. Así que no tuve que hacer nada más que rememorar, destruir el modelo y volver a construirlo", explica el autor.

Los dos escritores se unen a Mario Cuenca Sandoval, con 'El corazón delator'; Espido Freire con 'Ligeia'; José Luis de Juan con 'La caída de la casa Usher'; Montero Glez con 'El misterio de Marie Rôget' y a Pablo de Santis con 'La carta robada' para dar vida a este nuevo 'Poe'.

Escritor de pesadillas
En común, tienen la admiración por un autor que ha marcado su precurso como lectores y escritores. "Poe nos ha formado a todos, a los buenos, a los malos, él ha sido el gran magma", dice Eugenia Rico.

El libro es la suma de la visión única de cada autor sobre la obra de Allan Poe. De sus monstruos, sus imaginarios y, sobre todo, sus pesadillas. "Hay muchas maneras de matar un hombre. Una de ellas es no dejarlo dormir. Estoy convencida de que no muere por cansancio, si no porque no puede soñar. Esto es lo que es el arte. Pero Poe es distinto. Poe tiene pesadillas, su literatura es una especie de catarsis", explica Eugenia Rico.

Luis Alberto de Cuenca sigue la misma línea de pensamiento, una sensación que se le entrañó en el espíritu cuando leyó 'La barrica del amontillado'. "Fue el primer libro de Poe que leí, una edición de 1859, y sentí que todo lo que estaba leyendo ya lo había soñado. Los libros de Poe son pesadillas comunes a la humanidad, que él tiene las agallas de contar", dice.

"La propia vida de Poe era una pesadilla. No hay ninguna historia feliz en su obra. Era un hombre atormentado, alcohólico y drogadicto, un ser autodestructivo. Por eso escribía como escribía", continua Fernando Marías.

La edición de 'Poe' se completa con los dibujos de Harry Clarke, ilustraciones que acompañan cada cuento y que dan razón a todos los que los tildan de pesadillas. Doscientos años después de su nacimiento, 'Poe' es una mirada más al universo negro del escritor norteamericano, otro regalo para sus seguidores, para que puedan seguir sumergiéndose en esas pesadillas de las que no quieren despertar.

Gertrude y Alice, secretos y mentiras de las biografías


Janet Malcolm publica 'Dos vidas', ensayo sobre la relación entre Gertrude Stein y Alice Toklas en la Francia ocupada

Tomado de público.es
Janet Malcolm (Praga, 1934) empezó escribiendo un artículo sobre cocina francesa para The New Yorker y acabó contando la vida de la escritora Gertrude Stein y de su compañera sentimental de cuatro décadas, Alice Toklas, en la Francia ocupada. Y tiene su lógica. A mediados de los cincuenta, Toklas publicó un libro que introdujo las sutilezas gastronómicas galas a los paladares uniformemente conservadores de la América de Einsenhower.

"Se convirtió en una obra de culto para la gente de mi generación", cuenta Malcolm en su apartamento de Nueva York al rememorar el inicio de su idea. "Podíamos comer platos franceses hechos por nosotros mismos. Y Toklas, además, añadía muchos detalles autobiográficos. Cuando volví a leer el capítulo sobre la comida durante la ocupación, me entró la curiosidad. Curiosidad por saber cómo habían sobrevivido en aquella época", explica.

Cómo, se preguntó, una pareja de lesbianas judías americanas, tan atípicas en todo, había podido escapar de las deportaciones y el horror, en un pueblecito de la campiña francesa, a tres horas en coche de Vichy, sede del Gobierno del mariscal Pétain, sin esconderse de nadie (figuraban en el listín telefónico) durante los años de la guerra.
Del inesperado rodeo, del sabor a la historia, sale Dos Vidas (Lumen), "como todos mis libros", reconoce Malcolm, "una mezcla de periodismo, crítica literaria y biografía", un viaje por la figura y obra de Stein y sobre todo tema que la autora ya abordó en sus libros sobre Chejov y la poetisa Sylvia Plath una reflexión sobre cómo se crean el recuerdo y la memoria, y cómo se consolidan la vida y el legado de una figura literaria en el género de la biografía académica.

La paradoja biográfica
En el caso de Stein el reto era doble porque la escritora empezó a crear en vida su propia imagen, primero en forma de parodia, al asumir la identidad de su pareja en The Autobiography of Alice B.Toklas y luego en primera persona en Everybodys Autobiography. Stein ha quedado sobre todo inmortalizada en el retrato que le hizo Picasso en los años veinte, oronda, matriarcal, imponente, severa, mecenas de los pintores de Montparnasse.

"De alguna forma Dos vidas es la continuación del libro que escribí sobre Plath, cuando empecé a interesarme sobre los problemas, dilemas y paradojas de las biografías y fui muy crítica sobre el género", explica Malcolm. "Mi paradoja personal es que sigo escribiendo biografías. Pero me parece una forma muy problemática de intentar contar la vida de una persona", añade.

O como dice en Dos vidas, "el deseo arrogante de imponer una narrativa en los trozos y pedazos de una vida que encalló en la orilla de la investigación biográfica" más aún si "la inestabilidad del conocimiento humano es una de nuestras escasas certidumbres" porque "cada cosa que sabemos es cuando menos incompleta. Y casi nada de lo que nos dicen permanece después de haber sido contado de nuevo".

En otras palabras, Malcolm intenta entender cómo el tejido insustancial de lo que le ocurre a Stein queda embalsamado en una historia rígida que, en su anhelo por resolver y encasillar las inconsistencias diarias, acaba contando algo totalmente distinto de lo que pretendía narrar.
En su búsqueda, la autora se encuentra con personajes atípicos, estudiosos como Ulla Dydo, que ha pasado 20 años descifrando la prosa críptica de Stein, o Leon Katz, que se convirtió en el confidente de Toklas tras la muerte de Stein en 1946 y que sigue sin publicar, medio siglo más tarde, ante la indignación de los especialistas, las notas de susentrevistas.

Malcolm también se topa con la figura de Bernard Faÿ, un amigo devoto de la pareja durante sus tiempos en París, que luego se convirtió en un colaboracionista de alto rango. Gracias a su acceso a Pétain, consiguió que nadie molestara o se interesara por las dos mujeres, pese al sorprendente celo antisemita de las autoridades de Vichy. Faÿ, que fue detenido y encarcelado tras la liberación, consiguió escaparse años más tarde, gracias en parte a la ayuda de Toklas, que siempre le agradeció su protección.

Stein, que procedía de una familia judía acomodada, como su compañera sentimental, nunca tuvo en cuenta sus orígenes y fue bastante más conservadora que su prosa. Respaldó a Franco en la guerra civil y en el pueblecito de Belley, donde pasó gran parte de la guerra, hizo amistad con miembros de la ultraderecha francesa. Lo que explica sin duda en parte su supervivencia.

Aquí, Malcolm introduce pistas más que respuestas definitivas: "Pasaban ahí todos sus veranos, las conocían y las querían. Todo el mundo sabía que eran judías y quienes eran. No sé si sabían que eran lesbianas, eran muy discretas, parecía que Toklas era su secretaria personal. También eran estadounidenses. Hubo otros judíos de allí que sobrevivieron: no entraban en la misma categoría que los judíos franceses o los europeos. A lo mejor simplemente tuvieron suerte", zanja Malcolm.

miércoles, 8 de abril de 2009

"El muerto" de Jorge Luis Borges


Que un hombre del suburbio de Buenos Aires, que un triste compadrito sin más virtud que la infatuación del coraje, se interne en los desiertos ecuestres de la frontera del Brasil y llegue a capitán de contrabandistas, parece de antemano imposible. A quienes lo entienden así, quiero contarles el destino de Benjamin Otálora, de quien acaso no perdura un recuerdo en el barrio de Balvanera y que murió en su ley, de un balazo, en los confines de Río Grande do Sul. Ignoro los detalles de su aventura; cuando me sean revelados, he de rectificar y ampliar estas páginas. Por ahora, este resumen puede ser útil.

Benjamín Otálora cuenta, hacia 1891, diecinueve años. Es un mocetón de frente mezquina, de sinceros ojos claros, de reciedumbre vasca; una puñalada feliz le ha revelado que es un hombre valiente; no lo inquieta la muerte de su contrario, tampoco la inmediata necesidad de huir de la República. El caudillo de la parroquia le da una carta para un tal Azevedo Bandeira, del Uruguay. Otálora se embarca, la travesía es tormentosa y crujiente; al otro día, vaga por las calles de Montevideo, con inconfesada y tal vez ignorada tristeza. No da con Azevedo Bandeira; hacia la medianoche, en un almacén del Paso del Molino, asiste a un altercado entre unos troperos. Un cuchillo relumbra; Otálora no sabe de qué lado está la razón, pero lo atrae el puro sabor del peligro, como a otros la baraja o la música. Para, en el entrevero, una puñalada baja que un peón le tira a un hombre de galera oscura y de poncho. Éste, después, resulta ser Azevedo Bandeira. (Otálora, al saberlo, rompe la carta, porque prefiere debérselo todo a sí mismo.) Azevedo Bandeira da, aunque fornido, la injustificable impresión de ser contrahecho; en su rostro, siempre demasiado cercano, están el judío, el negro y el indio; en su empaque, el mono y el tigre; la cicatriz que le atraviesa la cara es un adorno más, como el negro bigote cerdoso.

Proyección o error del alcohol, el altercado cesa con la misma rapidez con que se produjo. Otálora bebe con los troperos y luego los acompaña a una farra y luego a un caserón en la Ciudad Vieja, ya con el sol bien alto. En el último patio, que es de tierra, los hombres tienden su recado para dormir. Oscuramente, Otálora compara esa noche con la anterior; ahora ya pisa tierra firme, entre amigos. Lo inquieta algún remordimiento, eso sí, de no extrañar a Buenos Aires. Duerme hasta la oración, cuando lo despierta el paisano que agredió, borracho, a Bandeira. (Otálora recuerda que ese hombre ha compartido con los otros la noche de tumulto y de júbilo y que Bandeira lo sentó a su derecha y lo obligó a seguir bebiendo.) El hombre le dice que el patrón lo manda buscar. En una suerte de escritorio que da al zaguán (Otálora nunca ha visto un zaguán con puertas laterales) está esperándolo Azevedo Bandeira, con una clara y desdeñosa mujer de pelo colorado. Bandeira lo pondera, le ofrece una copa de caña, le repite que le está pareciendo un hombre animoso, le propone ir al Norte con los demás a traer una tropa. Otálora acepta; hacia la madrugada están en camino, rumbo a Tacuarembó.

Empieza entonces para Otálora una vida distinta, una vida de vastos amaneceres y de jornadas que tienen el olor del caballo. Esa vida es nueva para él, y a veces atroz, pero ya está en su sangre, porque lo mismo que los hombres de otras naciones veneran y presienten el mar, así nosotros (también el hombre que entreteje estos símbolos) ansiamos la llanura inagotable que resuena bajo los cascos. Otálora se ha criado en los barrios del carrero y del cuarteador; antes de un año se hace gaucho. Aprende a jinetear, a entropillar la hacienda, a carnear, a manejar el lazo que sujeta y las boleadoras que tumban, a resistir el sueño, las tormentas, las heladas y el sol, a arrear con el silbido y el grito. Sólo una vez, durante ese tiempo de aprendizaje, ve a Azevedo Bandeira, pero lo tiene muy presente, porque ser hombre de Bandeira es ser considerado y temido, y porque, ante cualquier hombrada, los gauchos dicen que Bandeira lo hace mejor. Alguien opina que Bandeira nació del otro lado del Cuareim, en Rio Grande do Sul; eso, que debería rebajarlo, oscuramente lo enriquece de selvas populosas, de ciénagas, de inextricable y casi infinitas distancias. Gradualmente, Otálora entiende que los negocios de Bandeira son múltiples y que el principal es el contrabando. Ser tropero es ser un sirviente; Otálora se propone ascender a contrabandista. Dos de los compañeros, una noche, cruzarán la frontera para volver con unas partidas de caña; Otálora provoca a uno de ellos, lo hiere y toma su lugar. Lo mueve la ambición y también una oscura fidelidad. Que el hombre (piensa) acabe por entender que yo valgo más que todos sus orientales juntos.

Otro año pasa antes que Otálora regrese a Montevideo. Recorren las orillas, la ciudad (que a Otálora le parece muy grande); llegan a casa del patrón; los hombres tienden los recados en el último patio. Pasan los días y Otálora no ha visto a Bandeira. Dicen, con temor, que está enfermo; un moreno suele subir a su dormitorio con la caldera y con el mate. Una tarde, le encomiendan a Otálora esa tarea. Éste se siente vagamente humillado, pero satisfecho también.

El dormitorio es desmantelado y oscuro. Hay un balcón que mira al poniente, hay una larga mesa con un resplandeciente desorden de taleros, de arreadores, de cintos, de armas de fuego y de armas blancas, hay un remoto espejo que tiene la luna empañada. Bandeira yace boca arriba; sueña y se queja; una vehemencia de sol último lo define. El vasto lecho blanco parece disminuirlo y oscurecerlo; Otálora nota las canas, la fatiga, la flojedad, las grietas de los años. Lo subleva que los esté mandando ese viejo. Piensa que un golpe bastaría para dar cuenta de él. En eso, ve en el espejo que alguien ha entrado. Es la mujer de pelo rojo; está a medio vestir y descalza y lo observa con fría curiosidad. Bandeira se incorpora; mientras habla de cosas de la campaña y despacha mate tras mate, sus dedos juegan con las trenzas de la mujer. Al fin, le da licencia a Otálora para irse.

Días después, les llega la orden de ir al Norte. Arriban a una estancia perdida, que está como en cualquier lugar de la interminable llanura. Ni árboles ni un arroyo la alegran, el primer sol y el último la golpean. Hay corrales de piedra para la hacienda, que es guampuda y menesterosa. El Suspiro se llama ese pobre establecimiento.

Otálora oye en rueda de peones que Bandeira no tardará en llegar de Montevideo. Pregunta por qué; alguien aclara que hay un forastero agauchado que está queriendo mandar demasiado. Otálora comprende que es una broma, pero le halaga que esa broma ya sea posible. Averigua, después, que Bandeira se ha enemistado con uno de los jefes políticos y que éste le ha retirado su apoyo. Le gusta esa noticia.

Llegan cajones de armas largas; llegan una jarra y una palangana de plata para el aposento de la mujer; llegan cortinas de intrincado damasco; llega de las cuchillas, una mañana, un jinete sombrío, de barba cerrada y de poncho. Se llama Ulpiano Suárez y es el capanga o guardaespaldas de Azevedo Bandeira. Habla muy poco y de una manera abrasilerada. Otálora no sabe si atribuir su reserva a hostilidad, a desdén o a mera barbarie. Sabe, eso sí, que para el plan que está maquinando tiene que ganar su amistad.

Entra después en el destino de Benjamín Otálora un colorado cabos negros que trae del sur Azevedo Bandeira y que luce apero chapeado y carona con bordes de piel de tigre. Ese caballo liberal es un símbolo de la autoridad del patrón y por eso lo codicia el muchacho, que llega también a desear, con deseo rencoroso, a la mujer de pelo resplandeciente. La mujer, el apero y el colorado son atributos o adjetivos de un hombre que él aspira a destruir.

Aquí la historia se complica y se ahonda. Azevedo Bandeira es diestro en el arte de la intimidación progresiva, en la satánica maniobra de humillar al interlocutor gradualmente, combinando veras y burlas; Otálora resuelve aplicar ese método ambiguo a la dura tarea que se propone. Resuelve suplantar, lentamente, a Azevedo Bandeira. Logra, en jornadas de peligro común, la amistad de Suárez. Le confía su plan; Suárez le promete su ayuda. Muchas cosas van aconteciendo después, de las que sé unas pocas. Otálora no obedece a Bandeira; da en olvidar, en corregir, en invertir sus órdenes. El universo parece conspirar con él y apresura los hechos. Un mediodía, ocurre en campos de Tacuarembó un tiroteo con gente riograndense; Otálora usurpa el lugar de Bandeira y manda a los orientales. Le atraviesa el hombro una bala, pero esa tarde Otálora regresa al Suspiro en el colorado del jefe y esa tarde unas gotas de su sangre manchan la piel de tigre y esa noche duerme con la mujer de pelo reluciente. Otras versiones cambian el orden de estos hechos y niegan que hayan ocurrido en un solo día.

Bandeira, sin embargo, siempre es nominalmente el jefe. Da órdenes que no se ejecutan; Benjamín Otálora no lo toca, por una mezcla de rutina y de lástima.

La última escena de la historia corresponde a la agitación de la última noche de 1894. Esa noche, los hombres del Suspiro comen cordero recién carneado y beben un alcohol pendenciero. Alguien infinitamente rasguea una trabajosa milonga. En la cabecera de la mesa, Otálora, borracho, erige exultación sobre exultación, júbilo sobre júbilo; esa torre de vértigo es un símbolo de su irresistible destino. Bandeira, taciturno entre los que gritan, deja que fluya clamorosa la noche. Cuando las doce campanadas resuenan, se levanta como quien recuerda una obligación. Se levanta y golpea con suavidad a la puerta de la mujer. Ésta le abre en seguida, como si esperara el llamado. Sale a medio vestir y descalza. Con una voz que se afemina y se arrastra, el jefe le ordena:

-Ya que vos y el porteño se quieren tanto, ahora mismo le vas a dar un beso a vista de todos.

Agrega una circunstancia brutal. La mujer quiere resistir, pero dos hombres la han tomado del brazo y la echan sobre Otálora. Arrasada en lágrimas, le besa la cara y el pecho. Ulpiano Suárez ha empuñado el revólver. Otálora comprende, antes de morir, que desde el principio lo han traicionado, que ha sido condenado a muerte, que le han permitido el amor, el mando y el triunfo, porque ya lo daban por muerto, porque para Bandeira ya estaba muerto.

Suárez, casi con desdén, hace fuego.

Este cuento forma parte de los textos publicados por Jorge Luis Borges en "El Aleph" (1949)

martes, 7 de abril de 2009

Las cartas más tristes de Cortázar


Aparece la correspondencia del escritor y su mujer con una traductora, en la que cuenta con dolorosas palabras sus tres últimos años de vida

Tomado de público.es
Cortázar vive enterrado en una montaña postal, "como un personaje de Samuel Beckett", dice fatigado de los viajes, de las exigencias de un autor consagrado y de una enfermedad que ignora lleva dentro. "Las palabras son crudas, brutales, no dan por un lado lo específico de una situación, pero sí son ciertas; lo específico también está condicionado por ellas. Hace casi un año que sé, y soy la única en saberlo fuera de los médicos, que Julio tiene una leucemia crónica. Él no lo sabe, no lo tiene que saber, porque siendo como es, su mejor esperanza de vivir más y bien es no saberlo", escribe su segunda mujer, Carol Dunlop, el gran amor del autor de La vuelta al día en ochenta mundos (1967).
Carol se carteó durante tres años con la mayor sinceridad con Silvia Monrós-Stojakovic, traductora de Cortázar al serbocroata, y en ellas descubre la tragedia que guarda en silencio. En agosto de 1981, le cuenta que "hace tiempo que no tiene tiempo de escribir" y que, a pesar de las recomendaciones de su médico personal, "nunca más Julio volverá a vivir el infierno de la reanimación si no hay esperanza".
En esa misma extensa carta, Dunlop asegura a Silvia que nadie sabe cuánto tiempo puede durar la enfermedad. "Yo creo, realmente creo, que serán años y años. Tal vez entre tanto tomaremos en el buen momento el mal avión".

Tocado y hundido
Pero antes de la llegada de ese supuesto accidente aéreo que ayudaba a soportar la posibilidad de una muerte por enfermedad, ocurriría el fallecimiento de la propia Carol Dunlop. "Silvia, recibo hoy tu postal de Túnez. Lo que tengo que decirte es horrible: Carol murió el 2 de este mes [noviembre de 1982], después de dos meses en el hospital donde nada pudieron hacer para salvarla", escribe hundido Julio Cortázar a la traductora. "Estoy en un pozo negro y sin fondo. Pero no pienses en mí, piensa en ella, luminosa y tan querida, y guárdala en tu corazón".
Desde entonces, un Cortázar dolorido, consciente de su inminente final, triste por la muerte de su amor, con un ánimo "todo lo bien que se puede estar después de este año tan hueco y triste". Son las cartas a una casi desconocida, en las que todos se entregan sin gracias ni mercedes. Es la correspondencia inédita hasta el momento, que recupera la editorial Alpha Decay en un sugerente libro (Correspondencia. Julio Cortázar, Carol Dunlop. Silvia MOnrós-Stojanovic), que aparecerá el 16 de abril en las librerías.
Como se apunta en la nota a la edición, Dunlop, norteamericana, y Monrós, serbia, se comunicaban en un castellano peculiar. La primera empezó a aprender castellano "de oídas" apenas dos años antes de que estas cartas fueran escritas. La segunda hablaba ya un castellano casi perfecto. Pero ponía menos cuidado cuando lo escribía, por lo que se observa en su sintaxis y ortografía. Aun así, los editores decidieron conservar esas "peculiaridades y errores", y realizar correcciones en casos en los que corriese peligro la comprensión del texto. El tono franco de las dos autoras se ha mantenido gracias a la decisión.

En carne viva
A lo largo de la lectura de estas nueve cartas y postales del escritor argentino, más cinco cartas de Dunlop y otras tantas de Silvia, la traductora suele acudir a la actualidad en Belgrado en sus escritos y a los problemas de traducción que le acarrea Rayuela: "He notado, sobre todo al traducir tus textos, que una de las palabras que empleas con preferente frecuencia es el verbo agazapar. La otra es el verbo rebasar".
Carol, mucho más entregada a la necesidad de hablar de sentimientos, descarna pronto sus palabras y le confiesa que le diagnosticaron un "pequeño principio de cáncer; me lo sacaron y aunque el tratamiento que tuve después era bastante deprimente, parece que ha sido eficaz. Tampoco podía decir la verdad a Julio, estaba todavía muy golpeado por su experiencia del verano e incluso sin esto no sé si se lo hubiera dicho".
Al poco, en la misma misiva, retoma la alegría y le habla de ese gran proyecto que cerrarán juntos: Los autonautas de la cosmopista. Esa locura tan divertida, que les llevó a parar en todos los parkings que se encontraran en la autopista del Sur que une Marsella con París. Un mes en recorrer 800 kilómetros aproximadamente. "Nos divertimos como locos. Los locos que somos". Corta la descripción para apuntar a Silvia que le seguirá escribiendo en otro momento, porque "el grandote dice que ya es hora del trago de la tarde". Por cierto, beben vino porque "calcularon mal" la ración de whisky.
Se despide con un flashazo muy gráfico de cómo trabajó Cortázar ese viaje tan peculiar: "Julio te manda cariños. Está escribiendo a máquina también, sentado atrás, y tiene la mesita que nos sirve cuando llueve, como es el caso ahora. Estoy yo muy bien instalada en el asiento de pasajero adelante y mi máquina está en el del conductor. Todo perfecto. Pero tememos que en uno de estos algún viajero bien intencionado nos mande un psiquiatra en el próximo peaje".
Tras la satisfacción vuelven los asuntos más duros: la inevitable hepatitis de Cortázar ("inevitable después de haber recibido tanta sangre ajena"); el "esqueleto de vieja" de Carol, que le impide encontrarse con "mi cuerpo" y le hace imposible escribir la larga carta que quiere dedicarle a su amiga. "Mientras a mí me arden los huesos, Julio anda con un resfrío. Pero fuera de ello está muy bien y ya casi no hace la mimosa y sabe que si le ocurre disfrazarse de viejo, como intentó hacerlo dos o tres veces durante la convalecencia, le doy una palisa de joven".

Habitar la soledad
Después, el silencio. Y la llegada del Cortázar más triste, del escritor más harto de su cuerpo. "No tengo planes y sólo pienso en terminar el libro que hicimos juntos Carol y yo, y que tengo que completar yo solo ahora. Se lo debo, quiero que salga, en este momento es mi única manera de seguir junto a ella, hablándole y escuchándola". Ella tenía 30 años menos que él. Él estaba terriblemente enamorado, incapaz de salir adelante. "Silvia, no te escribiré más por hoy, me cuesta hacerlo, estoy tan solo y tan deshabitado".
Julio murió de leucemia a los 69 años de edad, en 1984, en el Hospital Saint Lazare, después de diez días de cama, y dos años después del fallecimiento de Carol Dunlop. En la última carta que se recoge en este fantástico libro, fechada en noviembre de 1983, reconoce a Silvia Morós-Stojakovic que anda mal de salud "y no puedo escribirte largo, tengo que quedarme en París hasta que me curen y pueda viajar otra vez a Nicaragua".
Esa fue una obsesión que aparece una y otra vez en las líneas a tres bandas, la del viaje, la de la marcha incansable a pesar de todo.

Nuevos experimentos de la narrativa

Hay diversos temas abiertos para la discusión. El futuro de la literatura es, sin duda, uno de ellos.



Se habla ya de una literatura sin papel en la que los escritores se transforman en productores visuales

Tomado de Clarín
¿Nuevos modos de producción? ¿Algún formato nunca visto? Como ocurre con cada propuesta de la Web 2.0 (la fase actual de Internet), no bien se responden dos preguntas aparece una nueva herramienta que genera veinte más, en este caso: ¿cuál puede ser el aporte de Facebook a la creación literaria? Las editoriales independientes llevan la delantera: en Buenos Aires son varias las que ya sacaron cuenta propia en esa enorme red social, sumando centenares de seguidores. Pablo Braun, director del sello Eterna Cadencia, cuenta que el uso de Facebook superó sus expectativas: "Además de ser útil para comunicar nuestros eventos y actividades, le dimos un montón de apoyo al blog, y sobre todo, nos conectó de una manera más directa y humana con la gente". Las grandes editoriales, en cambio, todavía no parecen interesarse en Facebook, y eso que se sospecha que el libro "La noche del tamarindo" del madrileño Antonio Gómez Rufo agotó la primera edición en un mes no gracias a la promoción de Planeta, sino al rumor virtual vía Facebook.

Hay quienes se animan a poner obra, como el argentino Juan Carlos Andrade y su publicación de "Una larga noche", una novela por entregas que, según el autor, permite a los lectores "acompañar el proceso de escritura en el exacto ritmo del escritor" y los invita, cuando él dispone, a decidir sobre la trama. Pablo Toledo, ganador del Premio Clarín Novela 2000, promociona su nouvelle "Tangos chilangos" a través de Facebook, pero la enlaza a un blog en el que se descarga en formato PDF (especial para documentos que serán impresos). "Facebook no es un medio tan bien adaptado a la publicación y lectura de textos largos" dice Toledo. "Además ahí todo va como texto plano, copiable, pegable y plagiable. La protección del PDF se puede quebrar en cinco segundos con el programa adecuado, pero en Facebook no tengo siquiera esa opción". Muchos escritores están en la misma sintonía.

Después de tantas discusiones alrededor de la legitimidad del blog como canal literario, éste sigue siendo el soporte digital preferido entre los escritores, y Facebook, en muchos casos, un puente hacia otro lugar. El escritor peruano Diego Trelles Paz, por ejemplo, sólo utiliza Facebook para "colgar" artículos acerca de sus proyectos: "Es muy efectivo como medio de llegada y, de muchas formas, democratiza la producción y el acceso de la palabra; al mismo tiempo, difumina esa línea que genera el libro físico entre los que son (y se asumen como) autores y los que no." Y es que Facebook brinda la posibilidad única de permanecer en contacto con aquellos escritores que uno admira (siempre y cuando tengan una cuenta allí y acepten la solicitud de amistad), lo que no quiere decir que vaya a haber ningún intercambio más allá de figurar en su lista de "amigos". El mexicano Mario Bellatin, por ejemplo, tiene casi ochocientos. "¿Tantos?" Se sorprende. "No conozco a casi nadie." Trelles Paz continúa: "Más que Facebook, esta red debería llamarse Showing-off, porque es una fábrica de vanidades a gran escala; la lógica de los usuarios es la del lucimiento, ya sea a través de las fotos o de los pensamientos siempre ingeniosos que acompañan a sus nombres".


En esos "pensamientos siempre ingeniosos" muchos ven el potencial literario de Facebook. Se trata de lo que aparece en el News Feed: una especie de gran plató diario que reúne las actividades recientes de todos los amigos, a modo de minúsculas autobiografías. El corazón del News Feed es el "status" o en castellano "estado" y consiste en un par de renglones donde el usuario escribe lo que está pensando o haciendo. Para algunos es indiferente, pero para otros, como la francesa Bonnie Leclerc, es la posibilidad de compartir con sus amigos un poema narrativo construido día a día. El formato del News Feed también inspiró a la periodista norteamericana Sarah Schmelling para reescribir Hamlet: "Horacio cree que vio un fantasma"/ "Hamlet agregó Inglaterra a la aplicación 'Países que he visitado'" / "Dinamarca ahora es de Noruega". Tal fue el éxito de Schmelling que prepara el libro Ofelia se unió al grupo Doncellas que no flotan, con la idea de "tomar a los clásicos más entrañables y llevarlos al loco y hermoso mundo de Facebook". Schmelling apuesta así por una operación paradójica: llevar al papel un formato de comunicación digital. De eso se trata.

domingo, 5 de abril de 2009

Otro cuento


Transmutaciones

Al otro lado de la cama la vida luce diferente. El después que sucedería a esta hora de meditación ya no será lo que habría podido ser. Su relación con aquel hombre que yace a su lado jamás se convertirá en lo que ella soñó. El vestirse mimosa ante su amante todavía tendido en el lecho no ocurrirá como de costumbre. Todo es diferente ahora que la policía entra al cuarto de hotel y observa el cuerpo de un hombre ensangrentado y a una mujer acurrucada a un lado de la cama todavía con el cuchillo en la mano.

Del libro Precisiones de Carmen Rosa Gómez

viernes, 3 de abril de 2009

"Rosas artificiales" de Gabriel García Márquez


Hace muy poco se divulgó la noticia de que el Gabo hará silencio, pues ha decidido no volver a escribir, según dijo la agente literaria Carmen Balcells. Aunque es difícil creer que así será, quedan sus textos para leer y releer. El siguientes es uno de los ocho cuentos que Gabriel García Márquez incluyó en su libro “Los funerales de la mamá grande” (1962)

Moviéndose a tientas en la penumbra del amanecer, Mina se puso el vestido sin mangas que la noche anterior había colgado junto a la cama, y revolvió el baúl en busca de las mangas postizas. Las buscó después en los clavos de las paredes y detrás de las puertas, procurando no hacer ruido para no despertar a la abuela ciega que dormía en el mismo cuarto. Pero cuando se acostumbró a la os­curidad, se dio cuenta de que la abuela se había levantado y fue a la cocina a pregun­tarle por las mangas.
—Están en el baño —dijo la ciega—. Las lavé ayer tarde.
Allí estaban, colgadas de un alambre con dos prendedores de madera. Todavía estaban húmedas. Mina volvió a la cocina y extendió las mangas sobre las piedras de la hornilla. Frente a ella, la ciega revolvía el café, fijas las pupilas muertas en el reborde de ladrillos del corredor, donde había una hilera de ties­tos con hierbas medicinales.
—No vuelvas a coger mis cosas —dijo Mi­na—. En estos días no se puede contar con el sol.
La ciega movió el rostro hacia la voz.
—Se me había olvidado que era el primer viernes —dijo.
Después de comprobar con una aspiración profunda que ya estaba el café, retiró la olla del fogón.
—Pon un papel debajo, porque esas pie­dras están sucias —dijo.
Mina restregó el índice contra las piedras de la hornilla. Estaban sucias, pero de una costra de hollín apelmazado que no ensucia­ría las mangas si no se frotaban contra las piedras.
—Si se ensucian tú eres la responsable —dijo.
La ciega se había servido una taza de café.
—Tienes rabia —dijo, rodando un asiento hacia el corredor—. Es sacrilegio comulgar cuando se tiene rabia. —Se sentó a tomar el café frente a las rosas del patio. Cuando sonó el tercer toque para misa, Mina retiró las man­gas de la hornilla, y todavía estaban húmedas. Pero se las puso. El padre Ángel no le daría la comunión con un vestido de hombros des­cubiertos. No se lavó la cara. Se quitó con una toalla los restos del colorete, recogió en el cuarto el libro de oraciones y la mantilla, y salió a la calle. Un cuarto de hora después estaba de regreso.
—Vas a llegar después del evangelio —dijo la ciega, sentada frente a las rosas del patio.
Mina pasó directamente hacia el excusado.
—No puedo ir a misa —dijo—. Las man­gas están mojadas y toda mi ropa sin plan­char. —Se sintió perseguida por una mirada clarividente.
—Primer viernes y no vas a misa —dijo la ciega.
De vuelta del excusado, Mina se sirvió una taza de café y se sentó contra el quicio de cal, junto a la ciega. Pero no pudo tomar el café.
—Tú tienes la culpa —murmuró, con un rencor sordo, sintiendo que se ahogaba en lágrimas.
—Estás llorando —exclamó la ciega.
Puso el tarro de regar junto a las macetas de orégano y salió al patio, repitiendo:
—Estás llorando.
Mina puso la taza en el suelo antes de in­corporarse.
—Lloro de rabia —dijo. Y agregó al pasar junto a la abuela—: Tienes que confesarte, porque me hiciste perder la comunión del pri­mer viernes.
La ciega permaneció inmóvil esperando que Mina cerrara la puerta del dormitorio. Luego caminó hasta el extremo del corredor. Se in­clinó, tanteando, hasta encontrar en el suelo la taza intacta. Mientras vertía el café en la olla de barro, siguió diciendo­:
—Dios sabe que tengo la conciencia tran­quila.
La madre de Mina salió del dormitorio.
—¿Con quién hablas? —preguntó.
—Con nadie —dijo la ciega—. Ya te he dicho que me estoy volviendo loca.
Encerrada en su cuarto, Mina se desaboto­nó el corpiño y sacó tres llavecitas que llevaba prendidas con un alfiler de nodriza. Con una de las llaves abrió la gaveta inferior del ar­mario y extrajo un baúl de madera en miniatura. Lo abrió con la otra llave.
Adentro había un paquete de cartas en papeles de co­lor, atadas con una cinta elástica. Se las guardó en el corpiño, puso el baulito en su puesto y volvió a cerrar la gaveta con llave. Después fue al excusado y echó las cartas en el fondo.
—No pudo ir —intervino la ciega—. Se me olvidó que era primer viernes y lavé las mangas ayer tarde.
—Todavía están húmedas —murmuró Mina.
—Ha tenido que trabajar mucho en estos días —dijo la ciega.
—Son ciento cincuenta docenas de rosas que tengo que entregar en la Pascua —dijo Mina.
El sol calentó temprano. Antes de las siete, Mina instaló en la sala su taller de rosas ar­tificiales: una cesta llena de pétalos y alam­bres, un cajón de papel elástico, dos pares de tijeras, un rollo de hilo y un frasco de goma. Un momento después llegó Trinidad con su caja de cartón bajo el brazo, a preguntarle por qué no había ido a misa.
—No tenía mangas —dijo Mina.
—Cualquiera hubiera podido prestártelas —dijo Trinidad.
Rodó una silla para sentarse junto al ca­nasto de pétalos.
—Se me hizo tarde —dijo Mina.
Terminó una rosa. Después acercó el ca­nasto para rizar pétalos con las tijeras. Tri­nidad puso la caja de cartón en el suelo e intervino en la labor.
Mina observó la caja.
—¿Compraste zapatos? —preguntó.
—Son ratones muertos —dijo Trinidad.
Como Trinidad era experta en el rizado de pétalos, Mina se dedicó a fabricar tallos de alambre forrados en papel verde. Trabajaron en silencio sin advertir el sol que avanzaba en la sala decorada con cuadros idílicos y foto­grafías familiares. Cuando terminó los tallos, Mina volvió hacia Trinidad un rostro que parecía acabado en algo inmaterial. Trinidad rizaba con admirable pulcritud, moviendo apenas la punta de los dedos, las piernas muy juntas. Mina observó sus zapatos masculinos. Trinidad eludió la mirada, sin levantar la cabeza, apenas arrastrando los pies hacia atrás e interrumpió el trabajo.
—¿Qué pasó? —dijo.
Mina se inclinó hacia ella.
—Que se fue —dijo.
Trinidad soltó las tijeras en el regazo.
—No.
—Se fue —repitió Mina.
Trinidad la miró sin parpadear. Una arru­ga vertical dividió sus cejas encontradas.
—¿Y ahora? —preguntó.
Mina respondió sin temblor en la voz.
—Ahora, nada.
Trinidad se despidió antes de las diez.
Liberada del peso de su intimidad, Mina la retuvo un momento, para echar los ratones muertos en el excusado. La ciega estaba po­dando el rosal.
—A que no sabes qué llevo en esta caja —le dijo Mina al pasar.
Hizo sonar los ratones.
La ciega puso atención.
—Muévela otra vez —dijo.
Mina repitió el movimiento, pero la ciega no pudo identificar los objetos, después de escuchar por tercera vez con el índice apoyado en el lóbulo de la oreja.
—Son los ratones que cayeron anoche en la trampa de la iglesia —dijo Mina.
Al regreso pasó junto a la ciega sin hablar.Pero la ciega la siguió. Cuando llegó a la sala, Mina estaba sola junto a la ventana cerrada, terminando las rosas artificiales.
—Mina —dijo la ciega—. Si quieres ser feliz, no te confieses con extraños.
Mina la miró sin hablar. La ciega ocupó la silla frente a ella e intentó intervenir en el trabajo. Pero Mina se lo impidió.
—Estás nerviosa —dijo la ciega.
—Por tu culpa —dijo Mina.
—¿Por qué no fuiste a misa?
—Tú lo sabes mejor que nadie.
—Si hubiera sido por las mangas no te hubieras tomado el trabajo de salir de la casa —dijo la ciega—. En el camino te esperaba alguien que te ocasionó una contrariedad.
Mina pasó las manos frente a los ojos de la abuela, como limpiando un cristal invisible.
—Eres adivina —dijo.
—Has ido al excusado dos veces esta ma­ñana —dijo la ciega—. Nunca vas más de una vez.
Mina siguió haciendo rosas.
—¿Serías capaz de mostrarme lo que guar­das en la gaveta del armario? —preguntó la ciega.
Sin apresurarse Mina clavó la rosa en el marco de la ventana, se sacó las tres llavecitas del corpiño y se las puso a la ciega en la mano. Ella misma le cerró los dedos.
—Anda a verlo con tus propios ojos —dijo.
La ciega examinó las llavecitas con las pun­tas de los dedos.
—Mis ojos no pueden ver en el fondo del excusado.
Mina levantó la cabeza y entonces experi­mentó una sensación diferente: sintió que la ciega sabía que la estaba mirando.
—Tírate al fondo del excusado si te inte­resan tanto mis cosas —dijo.
La ciega evadió la interrupción.
—Siempre escribes en la cama hasta la ma­drugada —dijo.
—Tú misma apagas la luz —dijo Mina.
—Y en seguida tú enciendes la linterna de mano —dijo la ciega—. Por tu respiración podría decirte entonces lo que estás escribiendo.
Mina hizo un esfuerzo para no alterarse.
—Bueno —dijo sin levantar la cabeza—. Y suponiendo que así sea: ¿qué tiene eso de particular?
—Nada —respondió la ciega—. Sólo que te hizo perder la comunión del primer viernes.
Mina recogió con las dos manos el rollo de hilo, las tijeras, y un puñado de tallos y rosas sin terminar. Puso todo dentro de la canasta y encaró a la ciega.
—¿Quieres entonces que te diga qué fui a hacer al excusado? —preguntó. Las dos per­manecieron en suspenso, hasta cuando Mina respondió a su propia pregunta—: Fui a cagar.
La abuela tiró en el canasto las tres llave­citas.
—Sería una buena excusa —murmuró, di­rigiéndose a la cocina—. Me habrías conven­cido si no fuera la primera vez en tu vida que te oigo decir una vulgaridad.
La madre de Mina venía por el corredor en sentido contrario, cargada de ramos es­pinosos.
—¿Qué es lo que pasa? —preguntó.
—Que estoy loca —dijo la ciega—. Pero por lo visto no piensan mandarme para el ma­nicomio mientras no empiece a tirar piedras.